Un pequeño silbido llamó mi atención. La almohada aún no me dejaba dejarla. Mis 5 sentidos estaban en un 20%, mientras ese silbido seguía.
Fueron no más de 5 segundos y
- plap!!!!! Algo lógico que vi venir pero mis piernas no me respondían. Con mi cabeza apenas seguía el movimiento de aquella puerta que se cerraba.
La ventana abierta hacia una nocturnidad de verano, era como la vecina chusma que todo lo ve.
Mi cabeza se apoyó nuevamente sobre la almohada, ya seca por el calor, pero almidonada para mí oreja.
-paaaap. Escuché un poco más alejado pero no tanto. Me podría haber hecho el idiota y seguir durmiendo o haciendo que lo hacía. Mi mujer, al lado mío, seguía soñando con aquel helado de pistacho y frambuesa que había comido hacia solo un par de horas.
-paaaap. Ese sonido se repetía. Yo sabía cuál era su origen y su ubicación. Ni GPS ni señales de humo. Ese sonido venía de la planta baja, una puerta, diferente a la anterior, hacia su concierto. Su sonido se multiplicaba, tomaba fuerza como un tartamudo para decir su oración. Ella repetía lo que quería decir.
Sin dudarlo me levanté, corrí hacia la primera puerta que estaba tomando energía para gritarle un par de epítetos a su homónima de abajo. Llegué justo para evitar aquel golpe. La cerré y baje.
La otra puerta me miró preguntándose porque aparecí a esa hora visitándola. Sin darle importancia a su sorpresa, ingresé a la habitación y cerré la ventana.
Ofuscada, sin poder gritarme se quedó semi abierta, atada, con una mordaza en la BOCA. No podía hablar, necesitaba del viento y se lo quité.
Subí, cerré la ventana del cuarto para que la censura sea igualitaria y me fui a dormir. Sin escuchar más gritos ni discusiones entre ambas. Hoy les corté el diálogo. Las puertas también se fueron a dormir.
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