Una mañana temblorosa las burbujas despiadadas saltaban idólatras
buscando ese aire juvenil borrada en el pasado,
una estela de colores preservó triunfante bajo el influjo del inmenso reflejo
que marcó un tiempo, en el tiempo.
Un barco hundido entre cielo y mar, sepultando sus hierros viejo regreso,
como si fuera una criatura sedienta de batallas y fulgores,
ese tremendo intento por declarar la guerra sin pausa, oscilando contra el viento.
Así el humano se enmascara para seducir con la historia, siendo audaz,
la noche apagó sus velas, y se limita a ser oscura como su dama desconocida, al final el destino sabe bien lo que nadie sabe, es como un cuento inacabado que va dejando roer el tiempo,
ese tiempo incalculable de lo desconocido, que transcurre brevemente infundiendo señales
se desnuda, se desprende en un hálito de grandeza, y nos sacude con la incertidumbre de no saber cuándo se verá la línea imaginaria que vive en nuestra mente.
Flotando entre sinfonías, vamos rescatando aquellas visiones, como los niños,
somos como la semilla que no cuaja en la tierra infértil, acechando nuestro pobre conocimiento de las verdades escritas, que nos comprometen a ser más humanos y sabios…
A-M-R
|