El 12 de septiembre del 2006 publiqué mi primer relato en esta plataforma, "loscuentos.net": este cuento llamado "El mundo de los sueños".
Hoy, me he animado a retocarlo un poco, adaptarlo, reflejar, quizás, un progreso en mi camino dentro de este mundo de letras, personajes y ambientes... ¿Será que he aprendido algo en estos dieciséis años?
Gracias por leer.
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El mundo de los sueños (2022)
No sé cómo llegué aquí, a este punto existencial de reflexión, pero creo que comenzó aquella vez que desperté en medio de un sueño colectivo.
No recuerdo muy bien cada detalle, porque no me gusta acordarme muy seguido, sin embargo nunca olvidaré la sensación de ver a todo el mundo tirado por el piso, dormitando.
Durmiendo. Flojeando; había aquellos que, babeando, evidenciaban encontrarse en el tercer sueño, y otros, que roncaban bien alto pero con los ojos entreabiertos, como sí durmieran esperando un quiebre, o algo, que rompiera la apatía que los tenía en cautiverio.
La mayor parte de quienes se mostraban ante mí, yacían sobre algún tipo de cama. Estas eran de todo tipo: grandes aposentos, altos y lujosos, colchonetas delgadas, otras de papel higiénico reciclado. Algunas camas iban vestidas de seda y olían a rosa; otras, eran de cartón, hediondas de humedad.
Pero bueno, la cosa es que paseándome en medio de tanto durmiente, me subió una energía repentina y caminé lejos de toda esta gente, viendo que bajo el cielo azul, ahí en el horizonte donde se pierde la vergüenza, la calle estaba poblada, también, de otros seres pensantes.
Me costó reconocerlos porque a primera vista eran muy diferentes: unos iban camuflados de árboles, otros de diferentes animales; algunos, más lejos, iban vestidos de ejecutivos, balbuceando en voz alta, pretendiendo ser sonámbulos para que nadie se diera cuenta de que iban despiertos; y, otros, perdidos, caminaban en círculo intentando cazar los pensamientos que les salía por el rabo.
Hoy, caigo en que esto de tragar fue el denominador común, entre ellos y yo. Al no entender cómo yo había llegado allí, me vi como una extranjera, una que se encontraba afuera de La Dormidera. Recuerdo que al chocar con uno de ellos, este me dijo con un aire místico:
«No hace mucho, yo terminé de tragar todo aquello que me mandaban tragar. Me siento medio perdido por la falta de costumbre, y a pesar de que ahora no siempre tengo que tragar, o aunque haya de lo mismo que tragar en su lugar, si yo decido tragármelo, ¡será porque yo me lo quise tragar!
—Bien por usted —le dije sin pensarlo mejor, sin preguntarle cómo lo hizo.
Había muchos más como yo, que deambulaban, que no entendían, que no querían ver que la causa de todo aquel sueño empalagante era la pastilla que nos daban. Nos tenían a todos tan bien domesticados que no cabía en nuestra cabeza que alguien fuera capaz de manipularnos de aquél modo.
Cuando la persona que tu amas ciegamente te dice “traga”, uno traga hasta mierda si es necesario. La vida está llena de amor y el amor de tormento. Entonces claro, demasiada gente anda tragando en nombre del amor, pero en realidad la gran mayoría por pura estupidez, por flojera, vagancia, necesidad, ignorancia, porfía, por ser “como aquel“, por ser “parte de”, por ser “normal”.
La vejez es la cuna de la sabiduría. Es la nana de la sabiduría, es la que la hace crecer y la cuida. Si la sabiduría llega muy pequeña a la vejez, para que revalore lo valorado y perdone lo errado, entonces, la vejez le intenta enseñar a caminar, a montar en bicicleta, y a no quedarse dormida en el trayecto.
Mirando atrás, uno es siempre más sabio en el presente: todo el mundo ha tragado más de una vez, eso nos hace ser gente.
Es por eso que cuando, en retrospectiva, me acuerdo del mundo de los sueños, puedo hacerlo sin miedo... porque sobreviví. Por algo estoy contando el cuento.
Yo también dejé de tragar lo que me incitaban a tragar (no sé porqué siempre he creído que conmigo hicieron mano blanda). Yo dije muchas veces que sí pero cuando dije no, nunca me presionaron demasiado. Pero claro, lo más difícil de todo no fue dejar de tragar si no el encontrar otra gente activa, que no se la pasara dormida todo el día.
Incluso después de haber descubierto el engaño y haber dejado de tragar, cuando la soledad me embargaba, tragaba un poco para compartir con alguien una siestecita, aunque sea por un rato y con falsedad.
Ahora de vieja, no hay para que tragar. Uno se queda dormida igual no más. Y la vida parece más sueño que antes. Por no saber hasta cuándo uno puede seguir soñando, el sueño se hace más intenso que nunca. Se mezclan los lugares, las caras, los besos y lo único certero es la sensación de haber estado allí. Cerramos los ojos y las imágenes, como viejas diapositivas, se desplazan bajo nuestros párpados.
Claramente, sentimos lo que quisimos sentir y decidimos seguir soñando en ser, quién alguna vez quisimos ser. Al menos, eso espero; es lo que deseo para mi y para ti porque, ahí, es cuando estamos más cerca de la perfección: cuando somos dueños de lo que queremos soñar porque soñar es lo único que tenemos.
Sé que hice bien en dejar de tragar.
Ahora, que me traguen.
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"Data de aquel entonces:
12-09-2006, y leído por 224 visitantes. 3 votos, 3 estrellas en promedio."
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