Caminaba
por mi camino
y te cruzaste conmigo.
¡Creo que no fuiste tú!
Creo que fue un torbellino.


Un dulce torbellino
que envolvió mi alma
con recuerdos pedidos.
Un dulce torbellino
de sueños de niño.
Un dulce torbellino
de labios rojos
y negros ojos
dormidos.


Caminaba,
como todos los jueves,
dejando atrás la feria libre.
Caminaba distraído
mirando el suelo
como siempre,
con el olor a cebollas nuevas
de comienzos de diciembre.


Feria libre
de recuerdos
y afectos adormecidos.
Feria libre
de sentimientos
que se durmieron
en el olvido.


Caminaba
con los brazos adoloridos.
Dejando atrás el bullicio
y los toldos coloridos.
Arrastrando
las pesadas bolsas,
con el ceño fruncido.


Tu rostro,
que no era tu rostro,
se cruzó con el mío.
Tú con lentes oscuros,
yo sin poder ver tus ojos.
Yo con el rostro endurecido,
y tú con los labios torcidos.


Vestías una blusa
delicadamente femenina,
que asomaba tus hombros
y desnudaba mis ganas.
Cargabas sobre ellos
una blanca hermosura.
Un contrastado reflejo
de las noches sin lunas.
Tú sentada en tu trono,
yo soñando contigo.


Caminaba distraído
y te cruzaste conmigo.
En el cristal de una mirada
me encontré contigo.
Sudando abandono,
transpirando olvido.


Caminaba distraído
y te cruzaste conmigo.
Torbellino de amor
con el corazón encendido.
Sacudiste mi alma
con un amor parido.


Tus labios,
que no eran tus labios,
sonrieron conmigo.
Mis labios
que eran mis labios,
sellados con el recuerdo,
silenciaron el camino.