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Cuento


El banquete

Su apodo, por esos tiempos era Lanchita. Apodo que le pusieron sus compañeros del sexto grado de enseñanza básica después que le tocó personificar, con ese nombre, a un niño pobre en una obra de teatro presentada en una fiesta de la escuela. Además, se ganó los elogios de los maestros por su bien lograda actuación. Aunque la verdad sea dicha, por coincidencia o quizás no, él era el niño más pobre del pequeño pueblo donde vivía con su hermano y su padre con el recuerdo de la madre muerta por una enfermedad incurable hacía ya un par de años.

La pequeña familia vivía de forma muy humilde alquilando también humildes lugares, muchas veces carentes de lo más necesario, tan solo con lo poco que podía ganar el padre haciendo trabajos esporádicos y changas* ocasionales que muchas veces los vecinos le daban tan solo con el afán de ayudar.

Lanchita después de clases, siempre para ayudar a su padre y su hermano menor, se la rebuscaba para hacer cualquier trabajo, ya sea limpiar un patio, repartir diarios y hacer mandados, por las monedas que fueran, que por lo menos sirvieran para comprar pan.

En el pequeño pueblo había un cine que los fines de semana pasaba películas, en las tardes matiné infantil, en las noches películas para la familia mayor y también algunos días del año el administrador, Don Manolo, lo arrendaba para bailes infantiles, fiestas y kermeses. Para esos eventos había que sacar las butacas que eran movibles en módulos de cuatro, encerar el piso de madera y acomodar mesa y sillas y después de la fiesta una limpieza general y volver las butacas a su lugar.

Para una de esas fiestas Don Manole contrató a dos muchachos grandes para este trabajo y le pidió a Lanchita, ofreciéndole una buena propina, que fuera a ayudar en lo él pudiera, considerando además que Lanchita era de su confianza dado que prácticamente era el acomodador oficial del cine y huelga decir que este era el trabajo que más le gustaba, porque además de propinas para el bolsillo veía todas las películas, incluso aquellas para mayores.

La fiesta era organizada por un club deportivo y además de baile y orquesta se iba a servir una cena completa a todos los comensales invitados.

Cuando Lanchita ese día avisó a su padre que por la noche iba a llegar tarde porque tenía que ir a la fiesta que habría en el cine, ya que Don Manolo le pidió que fuera a ayudar.
Su papá acariciando los cabellos del niño, seguramente pensando para sus adentros que no podía prohibirle a su hijo que fuera a trabajar en circunstancias que para las condiciones precarias de la pequeña familia toda ayuda era necesaria, le dijo
—Vaya tranquilo hijo y trate de hacer todo de buena forma para que Don Manolo siempre lo considere.
Muchas veces el padre también había realizado pequeños trabajos para Don Manolo y otros miembros de su familia, por lo tanto, se conocían bien. Por eso continuó diciéndole a su hijo.
—Como en esas fiestas siempre sobra mucha comida, postres y bebidas, cuando ya la fiesta haya terminado y todos los invitados se hayan ido pídale a don Manolo que le convide algo de aquello que sobra y que generalmente se reparten entre los encargados de preparar, servir y recoger todo al final.

………………….

La fiesta duró hasta pasada la medianoche, la música, el baile y la cena, todo resultó a pedir de boca y de bailarines entusiasmados por aperitivos, vino y bajativos.

Don Manolo antes de irse le encargó a Lanchita que cuando todos se hubieran retirado apagara todas las luces y cerrara bien las puertas, también antes de irse además de entregarle un sobre con la propina ofrecida le regaló botellas de gaseosa y una de vino para el padre. Don Manolo sabía que a su papa le gustaba el vino.
Era el momento de pedir lo que su padre le había encargado, trató, hizo lo posible, pero de su boca no salieron palabras, le dio mucha vergüenza pedir las sobras de comida.
—¿Qué te pasa Lanchita? —preguntó Don Manolo— Te pusiste rojo como tomate.
—Nada Don Manolo, nada, debe ser el calor.

Terminada la fiesta el personal contratado para la cena e incluso los dos muchachos que Don Manolo dispuso para mover butacas y limpiar, recogieron y ordenaron todo, luego se retiraron cada uno con una bolsa o caja repleta de “sobras”.

Lanchita quedó solo y arrepentido de no haber pedido algo de aquello que sobró, porque en realidad no era nada despreciable y viendo como los demás, incluso sin pedirlo, ninguno se fue con las manos vacías.
Aunque pensó que los otros habían arrasado con todo, con cierto pudor se acercó a los botes de basura y allí ante sus ojos aún quedaban bastantes “sobras” enteras, limpias, muy apetecibles y de distintitos tipos y sabores. No dudó un segundo y en una caja de cartón, en platos desechables junto, limpió y acomodó en forma abundante comida para platos de entrada, platos de fondo y exquisitos postres para tres personas y con doble repetición. Reforzó la caja con otra caja más grade y silbando contento recorrió la calle que lo llevaba a su casa.

……………..

Ese día domingo hubo fiesta en la casa de Lanchita para importantes comensales: su papa, su hermano y él, con menú prácticamente a la carta y elección, compuesto de entrada, plato fuerte y postre acompañados con vino para el papá y gaseosas para los chicos.

Mientras se servían el postre su papá mirándolo con ternura dijo:
—Muchas gracias hijo y cuando lo vuelvas a ver, dale las gracias a Don Manolo por este gran banquete que nos regaló.
Lanchita algo quiso decir, miró a su hermano menor, al verlo contento y sonriente saboreando un rico postre dirigió la mirada al padre y solamente atinó a decir:
—Si papá, cuando lo vea se lo diré.

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Nota del autor: No sé por qué al escribir esta historia las cuencas de los ojos de Lanchita... se me inundan con lágrimas que se esfuerzan para no rodar por las mejillas. De todos modos, ambos podemos asegurar que no son lágrimas de dolor ni de tristeza, puesto que esos tiempos tanto para Lanchita como para mí, al igual que tantos otros que a pesar de carencias, fueron muy lindos.




*Changas: En Argentina trabajos ocasionales, generalmente en tareas menores, que permite la subsistencia mientras se busca otro de carácter fijo.

Texto agregado el 04-12-2022, y leído por 279 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
16-12-2022 Es muy cierto, la niñez aunque muchas veces no debería ser como la de Lanchita, tiene también sus momentos felices los cuales no se parecen en nada a la felicidad de los niños que todo lo tienen, pero que por momentos son los más hermosos recuerdos, sobre todo cuando el tiempo pasó y la vida cambió. Un abrazo mi estimado Vicente. ome
13-12-2022 Hermoso relato, conmovedor y con ganas de abrazar a Lanchita, un ejemplo de niño. 5* jdp
09-12-2022 Gracias por compartir esos recuerdos, que tan alejados en el tiempo, sin duda perduran intactos en tu memoria. Es un relato admirable y lleno de mucha calidad humana. Las carencias a pesar de que son tristezas, ayudan a valorar las cosas. Un abrazo. Azariel
06-12-2022 Un relato que rezuma humanidad, en donde se percibe el buen ejemplo del padre hacia ese hijo que conoce sobretodo el pudor de sentirse indigente, pidiendo algo que los otros se llevaron a manos llenas. Intuyo que tu emoción cala profundo en el alma de Lanchita y esa dualidad que sólo el tiempo sabe distinguir los hace indivisibles. Un gran abrazo, amigo, Guidos
05-12-2022 Me quedé sintiendo esa vergüenza de Lanchita, y de verdad el fue un gran niño, muchas veces no hace mal contar la verdad, pero al final todos cenaron de primera, y Lanchita fue el personaje más valorado de tu historia, me encanto Vicente.***** Abrazo Lagunita
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