Vengo días pensando en el determinismo de la sangre. En la fuerza de la sangre.
Un apellido me lleva a ser tarambana e intrépida, amante de la velocidad y saltos sin red, que me originan unas caídas de espanto, que ya mi médico me ha vetado.
El segundo me hace laboriosa e insistente, cual martillo pilón, moldea y moldea al yunque pegada, pule que pule, moldea que moldea, limando asperezas
El tercero me llena de la bondad de mi nombre, digno heredero de mi abuela , conocida por su natural bonhomía.
Y el cuarto, me arranca genio de tigresa, buen humor e independencia .
Ese es el tarro de las esencias .
Por donde mejor se me aborda es por el de poner red para no estrellarme en mis arrebatos de contorsionista, anulando al primer apellido; evitando darme trabajo pues soy curranta infatigable, evitando la impronta del segundo; aplacando la furia del cuarto, heredada de mi madre.
Y haciendo aflorar mi bondad, lo mío de más natural, heredera de la sangre de mi abuela.
Otrosí, hablarme en román paladino, cual suele el pueblo hablar a su vecino. Matar mi melomanía y mitomanía, mi espíritu romántico y soñador, pues soy amante de nubes y andamios.
Hago patria allá donde me den pan y cariño. La belleza la busco yo.
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