Somos fuertes parte 7
El plan era que un policía vendría en el carro con los dos jóvenes, Oscar y Flavio. Alejandro pensaría que vendrían solos y podría atacarlos.
El fraccionamiento en el que vive Flavio tiene seguridad privada y es muy difícil entrar ahí. Pero ese día se la pusieron fácil a Alejandro para que pudiera entrar y caer en la trampa.
Flavio llevaba un chaleco antibalas, Alejandro su padre, antes de disparar ya traía un disparo en el muslo.
Los policías se llevaron a Alejandro, con la confesión que tenían sería difícil su defensa.
Fabricio presentó las pruebas necesarias para poder sacar a Cintia de la cárcel. Una semana después, Cintia estaba haciendo las maletas para largarse de ese infierno en el que había pasado poco más de once años. Fabricio y su socio salieron con ella. Cintia vio a su hijo y corrió para abrazarlo. Todos estaban felices. Al pasar varios minutos, Oscar y su madre se fueron en automóvil, necesitaban recuperar el tiempo que estuvieron separados. Francis dejó a su novio en ese momento. Mientras tanto, Flavio necesitaba hablar con su tío.
-Te agradecemos lo que hiciste por Oscar.
-Es mi trabajo – le respondió Fabricio a su sobrino.
-Te quiero presentar, él es Israel. Es mi novio.
-Vaya, ustedes dos – los señaló.
-Sí. Y mi papá aún no sabe. Y da la casualidad que ellos tres, fueron alumnos de mi papá.
-Mi sentido pésame – se dirigió a Israel con sarcasmo – mi hermano es un desgraciado como maestro, pero – hizo una pausa – es buen médico.
Llegando a casa, Cintia se sentó en el sillón. No sabía qué hacer.
-Es tu casa, toma lo que sea – le dijo su hijo.
-Ay hijo. Me siento extraña. Antes, tenía que compartir todo, mi cama, la celda, el baño. Ahora toda la casa es para mí.
-Y lo es.
La solicitud del servicio social la ingresó en la universidad. Quería continuar con medicina interna. Oscar al igual que sus amigos se presentaron en la escuela y entregaron su solicitud. Por su buen promedio, lo más seguro es que obtendrían una plaza.
La que la seguía pasando mal era Cintia. En ningún lugar le daban trabajo. Desconfían de ella en todos lados. Fue rechazada de todos los lugares a los que fue.
Llorando en el baño, Cintia se sentía como una arrimada. Necesitaba ayudar a su hijo con el ingreso de la casa. Oscar entró a su casa, quiso entrar al baño y la encontró llorando.
- ¡Mamá! ¿Qué te pasa?
-En todos los trabajos me rechazaron. A veces pienso que lo mejor era quedarme. No maté a nadie, se comprobó que soy inocente.
-Tranquila, mamá. Ya veremos qué hacemos – Oscar consolaba a su mamá.
Israel le comentó a su mamá la situación por la que estaba pasando Cintia. Pensaba que talvez en la purificadora le daban trabajo.
-Puede ser, si hablas con tu papá del tema. Pero sabes qué, creo tener la solución.
- ¿Cuál? – le pregunta Israel.
-Podríamos colocarla en la escuela. Necesitamos una secretaria. La dirección es un desastre desde que la otra secretaria se fue.
- ¿Es una posibilidad o es una oportunidad?
-Dile que vaya a la escuela el lunes y lo hablamos.
Nuria había dejado a Camila en la guardería, y llevó a Cintia a la secundaria. La directora sabía de la situación de Cintia. Al principio dudó, pero le dio una oportunidad, oportunidad que Cintia no rechazaría y no defraudará a nadie.
Oscar estaría eternamente agradecido con su amigo, enamorado.
Los que estaban muy enamorados y mantenían sexo intenso, eran Flavio e Israel.
Después de una tarde de pasión, solos en el departamento de Flavio, surgió el tema de Medina.
-Ayer hablé con mi papá.
La reacción de Israel fue de disgusto.
-Yo sé que no te gusta hablar de él. Me gustaría que nos viéramos para que sepa que tú y yo somos pareja.
- ¿Estás seguro?
-Quiero que tu conozcas a mi papá, no al médico. Y yo quiero conocer a tu familia.
Medina estaba sentado en el sillón en el que habían follado Oscar y Francis una noche antes. Miraba a los dos jóvenes fijamente. Se dirigió a Israel.
- ¿Cómo está tu hermano?
-Mucho mejor, Doctor. Gracias por preguntar.
-Vamos, no me digas doctor – respondió Héctor – no traigo la bata, ni estamos en el hospital. Aquí soy el padre de Flavio – hizo una pausa y se cambió de posición en el sillón – me da gusto que mi hijo esté con un joven inteligente, con un médico prometedor. Sé que quieres hacer tu servicio social en el hospital de cirugía bariátrica.
Israel se sorprendió de que Medina lo supiera.
-Confió en que lo harás bien. Si están esperando que apruebe su relación, están equivocados – dijo Medina – yo no tengo que aprobar nada. Ustedes son adultos. Y siempre respetaré las decisiones de mi hijo. Lo único que les pido es que sean felices – Medina concluyó.
Los dos jóvenes rieron. Estaban nerviosos.
-Bueno, pues ¡tengo hambre! – Medina soltó.
Mientras tanto en casa, después de tanta felicidad, la amargura llegaría de nuevo a la familia Escalante Quintana.
Continuará…
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