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La casa en la cual vivo la construyó un arquitecto llamado Gabriel. Con sus veinticuatro años e inexperiencia, había transitado la facultad de arquitectura, siguiendo los lineamientos del famoso Lloyd Wright, y queriendo plasmarlo en el pueblito donde vivo.

Líneas, curvas, arcos, como en la iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona. Canteros con flores, todas dibujadas y planificadas como para cien metros cuadrados de superficie. y cuyo costo oscilaba más allá de mi presupuesto. La fue achicando a treinta y cinco metros cuadrados de superficie, para lograr una casita con una cocina integrada al living dormitorio y un baño.

El arquitecto además pintaba al óleo. Cuando venía siempre miraba para arriba a las alturas. Creí al principio que lo hacía por soberbia. Un poco era así, pero cuando lo conocí mejor, cambié de opinión.

Era dulce, amable, tranquilo, pausado. Vivía con su madre y era hijo único varón.
Un combo perfecto, para deconstruir.
Un día lo visité en su casa, y me tomó de atrás, me dio vuelta y me besó.
Yo estaba mirando un cuadro que tenía en la pared, parecía un sueño intergaláctico de formas como en la película filmada en Nueva Zelanda, “Avatar''.
Lo que siguió fueron encuentros fortuitos, clandestinos y fugaces, en diferentes lugares. Yo iba con mi autito, él iba con su camioneta Lada, la rusa.
Nos dirigíamos al hotel más cercano, pero primero merendábamos en algún café de la zona.

Él era diez años más joven que yo, no quería formar familia ni tener hijos.
Siempre iba con sus amigos a San Martín de Los Andes en verano, y me contaba lo maravilloso de ese lugar a orillas del lago Lacar.

Lo dejé por un tiempo y tuvo una novia, la cual me llamaba por teléfono fijo para gritarme que lo dejara tranquilo.
Nos encontrábamos en el pequeño pueblo, hasta que lo llame una mañana en la que tenía que actuar de fiscal en una escuela en las elecciones.
Me dio algunas instrucciones para saber cómo desenvolverme en el comicio.
Mi marido entonces, recibió una llamada de la novia del arquitecto anunciando que él seguía saliendo conmigo. El ni se inmuto.
Ni me dijo nada al respecto.

Luego nos separamos, viéndolo en el banco de vez en cuando.
Nuestras relaciones íntimas eran un verdadero calvario.
Sospechaba de su ambigüedad sexual, pero nunca lo mencionó.
Su círculo de amigos formaban una cofradía de intelectuales viajeros.

Hace dos años supe que falleció, dicen que de una profunda soledad y depresión.
Su madre habia sido internada en un geriatrico con demencia senil.
Sus pasión por la pintura, y la compañía de sus amigos homosexuales como él no llegaron a calmar su inmensa y fatigosa soledad.

Texto agregado el 01-12-2022, y leído por 102 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
03-12-2022 La soledad en estos casos puede ser tremenda. Cada uno vive su propio calvario. Se diría que es una historia de la vida real. Gracias por compartirla. Clorinda
03-12-2022 El texto atrapa. Y es porque hay un encanto narrativo, independiente del tema. Lo cual, para mi es suficente. Te felicito. peco
03-12-2022 no tiene nada que ver Lloyd con Gaudi pero bueno... medio me entretuve ... arcano20
02-12-2022 Bastante agitada la vida del arquitecto. Una historia de extraños cuernos. remos
02-12-2022 Bien interesante la historia. Un abrazo fuerte. MujerDiosa
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