Un día su amigo Rodolfo le dijo:
-José, la necesidad tiene cara de perro.
José miró a Rodolfo con mucho asombro. Luego se despidieron con un abrazo fuerte. Cada uno siguió por su camino hacia casa. El primero en llegar fue José; apenas llegó corrió a verse en el espejo. Durante más de tres minutos vio detenidamente su rostro en el espejo y llegó a la conclusión que tenía cara de perro. Su casa era pequeña; solo cabían él y Tony, quien a propósito había salido a buscar comida, pues en la nevera y en toda la casa no había ningún alimento. Al ver que Tony se demoraba en llegar salió a la calle. Fue al paradero de buses y abordó uno que lo llevara al centro de la ciudad.

A poco de subirse se paró de la silla en la que se había sentado hacia tres minutos. José empezó a cantar. Unos pasajeros lo aplaudieron; otros lo insultaron, solo unos pocos lo miraron con indiferencia. Al terminar de cantar espero las monedas de recompensa por su canto. En lugar de monedas le dieron croquetas de todos los sabores. El las guardó en una bolsa plastica que sacó del bolsillo de su chaqueta. Antes de bajarse agradeció a todos; sé bajó estando el bus aún en movimientoa. Sé fue a un parque y sé sentó en una banca de cemento.

Ahí descansó más de media hora. Enseguida silvó fuerte tres veces. Al rato llegó un pastor alemán llamado Tony a toda carrera. José sacó de su chaqueta la bolsa de croquetas y los dos calmaron el hambre.