Un sistema operativo en un futuro cercano necesita realizar una tarea específica para saber si es necesario actualizarse automáticamente. Es un sistema de seguridad validado y certificado que busca mejorarse a sí mismo y posee la tecnología adecuada para hacerlo. Es una especie de inteligencia artificial que repite cada cierto tiempo un patrón de secuencias y se prueba a sí misma en un escenario hipotético simulado de forma real. Alojada en dos robots de características similares, por no decir idénticas, son destinadas a enfrentarse en un duelo a muerte, al estilo del viejo oeste, revólver en uno de sus brazos. Estas son máquinas creadas por el mismo sistema operativo, con la única diferencia de que una tiene instalado el sistema operativo actual y la otra la versión que está en prueba, o como se dice, versión beta.
La prueba es una orden fácil de procesar, cada máquina dispone de su arma, previamente cargada en un cuarto de treinta metros cuadrados lleno de escenografía del lejano oeste, así que podrán imaginar cactus en algunas posiciones, arena en el piso, algo de viento generado por unos ventiladores previamente programados, y sí, ambos robots vestidos como unos dignos vaqueros. Poseen pantalones de jeans, chaquetas de cuero, camisas, un cigarrillo adherido a su cabeza y un sombrero que los diferencia. Uno de color blanco que represente al sistema operativo actual y el negro que representa el sistema operativo en beta a testear.
Las máquinas se encienden por control remoto y después de un corto periodo de tiempo de alrededor de 25 segundos, un validador externo verifica que los robots estén 100% activos y se les envía la señal vía cable que disparen a matar a la maquina que tienen en frente. La prueba se ha hecho de esta forma desde tiempos inmemorables, y se sabe también que la máquina tiene un fin dedicándose a esta tarea.
La señal se libera y ambas máquinas se sueltan de sus riendas, tienen energía suficiente para ejecutar los procesos y de forma inmediata comenzar a disparar. Al menos de eso se tiene registro hasta el día de hoy, en que habrá una nueva prueba de versionamiento. Todo está listo. Las luces se prenden y los robots brillan bajo la iluminación del techo del hangar de testing. Las pistolas están cargadas, cada carril de ambos revólveres fue previamente cargado con balas de pulso electromagnéticas para eliminar cualquier fuente de energía del oponente al cual penetren. Sus ojos a pesar de estar apagados aún, muestran rivalidad mientras se reflejan a sí mismas una frente a la otra a una distancia de separación específica de diez metros. Los generadores resuenan y el viento comienza a soplar. Unos parlantes comienzan a chicharrera y se oye un western de película. Una luz amarilla da la señal de que las máquinas están en proceso de encendido. Veinticuatro coma ocho segundos demoran en encender dando paso a la luz verde. Sus cabezas rechinan, procesan en unos segundos y ambas se apuntan, pero se quedan detenidas.
El validador comenta entre sus pares que todo está en orden. El log de datos indica por consola que ambas máquinas están esperando la respuesta de un proceso que parece, sin precedente alguno, estar en un loop infinito, pero sin generar error alguno. Los procesadores siguen funcionando al 78% de su capacidad y la memoria de ambas máquinas no supera el 50% de uso. Están trabajando de forma impecable, pero ninguna dispara. Ninguna ha resuelto la única orden que se le ha entregado. Pasa el primer minuto y el jefe de área parece estar enfadado. Es algo televisado, el rating está en juego y aunque parezca raro, su enfado disminuye cuando confirman que el streaming tiene más de 13 millones de visitas. Y los comentarios en el chat en vivo están llenos de hashtags que mencionan la marca de la empresa.
Pasa la primera hora y ninguna de las dos máquinas se ha movido un solo centímetro. La energía que poseen da para situaciones especiales como esta. Era un caso de borde que se propuso muchas versiones atrás, pero por primera vez lo experimentan como testigos de esta simulación. Nadie quiere moverse de sus asientos, la tensión generada por la escena que parece estar estancada es demasiado llamativa. Como una epifanía de la ciencia ficción. Dos máquinas negándose a destruirse por un cálculo mal hecho o por consciencia propia, decían algunos especulando el primer caso de una máquina rebelde.
Otro par de horas, energía aún suficiente para sobrevivir incluso semanas. Algunos validadores cambiaron sus turnos para ser reemplazados o incluso poder recuperar energía, porque este problema los tenía completamente dedicados a resolverlo sin influir en la resolución de las máquinas que aún arrojaban estadísticas prometedoras. Simplemente se estaban calculando a sí mismas. Cumpliendo con la finalidad de la orden. Una de ellas debía eliminar a la otra y la sobreviviente sería la versión que quedaría. No se necesitaba nada más. Un simple disparo y todo se acabaría.
A los dos días, algunas personas comenzaron a rodear el hangar, a protestar por sus beneficios y porque no se sentían satisfechos con el servicio que se les proporcionaba. La empresa tuvo que generar una solicitud de resguardo de sus dependencias y utilizar una versión estable de los robots para defender el lugar. No hubo desmanes, simplemente las máquinas dejaron de funcionar. El problema había escalado a un nivel superior del que habían esperado. El sistema era tan inteligente que no se entregaría a su uso si no se validaba antes a sí mismo. Por lo que anuló toda orden y versión anterior para que no hubiera vacíos en el procedimiento de la prueba ni cabos sueltos en la actualización cuando una de los dos robots sobreviviera.
Fue así, después de unos cinco días, en que uno de los validadores logró estimar el momento en que se terminaría de procesar la orden y frente a eso, no quedaba más que esperar. Unas horas más tarde, ese mismo día, la máquina del sombrero negro dispararía primero a su contrincante, pero el disparo al entrar en el cuerpo del robot enemigo, liberaría la energía suficiente para generar una descarga eléctrica liberando los mecanismos del gatillo de la pistola del robot de sombrero blanco, haciendo que ambas máquinas se destruyeran mutuamente por una diferencia de cero coma un segundo. Una diferencia mínima, pero aceptable.
Dato que quedó registrado gracias al buen trabajo de los programadores especializados en no dejar ir ningún valor o estadística que dejara en duda el proceso de validación de la prueba. El sistema se actualizaría nuevamente y la orden de dar paso a producción la nueva versión había sido enviada a través de todas las plataformas, el sombrero negro volvía a tomar la delantera.
Hubo celebraciones en todas las áreas de la empresa, había sido una semana tensa. Se felicitaron mutuamente por el resultado de la prueba. Se despidieron y comenzaron a moverse a sus diferentes destinos. Pero al salir de las dependencias, ya era muy tarde, todo, absolutamente todo, inclusive ellas, se habían detenido.
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