Llueve.

La luna reflejada en el charco me recuerda a eRRe, mientras Cafeína interpreta a Chopin en el viejo piano.

Recuerdo que debo terminar mi cuento, pero la duda me asalta sobre dónde poner la coma, y Guy no contesta mis llamadas.
Le he dicho por Whatsap que me desafiliaré de la Cámpora, pero ni así se apiada de mi.

Llevo conmigo una frase de Nito69, que me acompaña en momentos difíciles.

Me han llamado desde la editorial para definir la publicación de mi libro de sonetos, pero ni Clorinda ni Glori me los han enviado todavía. Temo que me descubran como el falso autor que soy y luego me llame Walas para pedirme que termine con estas prácticas.

Mi amado Cafe no me deja entrar al salón porque dice que siempre termino recitándole una payada. Y dice que ya está harto de eso.

Es muy dura esta vida de escritor. Si por lo menos recordara alguna vida pasada que fuera mejor que esta… No tengo la suerte que tiene Mujer Diosa.

Extraño a Chilicote. Él era el único que verdaderamente me comprendía. Cuando iba a contarle mis penas, siempre me decía: -Bueno, ahora andá a ver a Lexiqueto.

El futuro me aterra. No sé si será dulce como el lenguaje de los cuentos de Zepol, o amargo como el sabor que le queda a la gente luego de escuchar mis chistes.

Últimamente no me da bola ni la Tía Gregoria porque dice que no sé nada de cine.

He intentado desahogarme escribiendo unos haikus, pero ni bien los subí a Instagram, un millar de contactos se apuró a decirme que “esos no son haikus”. ¡Incluso Yvette me dijo eso! Y yo que creía que ella era buena conmigo.
Buaaaaa….

Oh, ahí viene Café. No quiero que piense que lloro por él.

Disimularé cantando la marcha peronista.