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Reto 21: Relato romántico/sensual/erótico: Un último encuentro con el novio.





La Despedida

Cerró los ojos para que sus siete sentidos se impregnaran de este momento. El tiempo era tierno. Podía percibir la suave respiración de Alberto en su mejilla. En su espalda, él posaba las palmas de esas manos delicadas y de largos dedos que habían digitado mil melodías en nombre de este amor furtivo.

Un suave cosquilleo recorrió su abdomen cuando los labios de Alberto buscaron su oído.

—Hola… —susurró.

Su voz era cálida, como quien retorna al refugio del hogar después de un largo viaje.

Ella quiso decir algo pero no encontraba las palabras. Él anticipó sus deseos y con una mano recorrió la silueta de su cintura; con un dedo, subió por el abdomen y caminó entre los montes de su pecho. Más arriba, descansó el pulgar bajo el lóbulo y convirtió la palma sobre el cuello en una dulce caricia.

Ambos dejaron escapar un suspiro. Dulcinea abrió los ojos. Estaban en perfecta sincronía. El ritmo agitado de sus corazones se imponía pero entendían que las ganas de ser uno eran muchas y el tiempo, hoy, sobraba: cada roce merecía su espacio en la prófuga eternidad de una despedida.

Ella hundió la nariz en su pecho mientras él olfateaba su cabello. Elevando el mentón, exploró los contornos de su mandíbula con la punta de la lengua, como quien come con deleite; ella continuó sin demora y besó una y otra vez su cuello. Él la apretó contra su cuerpo y ella advirtió la pasión recíproca, quemando la piel bajo la ropa.

Los labios de Alberto besaron, entonces, la comisura de los suyos y ella respondió con lentitud, demorando lo inevitable, reprimiendo el deseo. Ese deseo desesperado que con ansias soñaba salir de su escondite y, en este espacio libre de testigos, encender la llama de cada fantasía que alguna vez imaginó.

—Lo nuestro no puede ser —dijo ella, haciendo un falso intento por escaparse de su ardiente cobijo.
—Te amaré por siempre —respondió él, agarrando su cabello con una mano mientras le besaba la frente, la cara, el cuello y continuaba bajando hasta esconder toda su cara entre sus senos.
—No debo estar aquí —gimió Dulcinea apretando los ojos. Lo deseaba para sí con todas sus entrañas.
—¿No lo entiendes? No me importa nada más que tú. No voy a amar a nadie más en mi vida. Te lo prometo. Pero esta noche, déjame ser tuyo. Ya mañana, podrás olvidarme.



Texto agregado el 23-10-2022, y leído por 70 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-11-2022 "Cada roce merecía su espacio en la prófuga eternidad de una despedida" Es una muy bella frase, que contiene mucho más de lo que expresa. Me gustó mucho. Te sigo leyendo. IGnus
 
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