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La casa nueva



—Entonces, vamos por el resto… ¡no se te olvide sacar las pizzas del horno! Estamos de regreso en 15 y vendremos con hambre —dijo su prima Maria mientras se sentaba en la camioneta de fletes.

—Si, si, mamá —respondió Lucas.

Maria frunció el ceño pero luego sonrió burlona.

—¿Extrañas a tu mamita, Luquita?

Dentro del auto, José y Luisa reían. Concordaban en que estos dos primos se adoraban.

La camioneta comenzó a moverse.

—¡No se te olvide el orégano que dejamos arriba del refri! —gritó Lucas mientras su prima cerraba la ventanilla con una mano y con la otra, le mostraba el dedo del medio.



Zapateó el polvo de sus bototos y los dejó en el zapatero de la entrada. El piso brillaba de limpio y Lucas no pudo contenerse: se deslizó por el pasillo imaginando que era una pista de patinaje y él, la estrella del campeonato pero demasiado entusiasmo lo llevó a caer de cabeza al lado de la escalera.

Se levantó medio aturdido, apoyándose del marco que daba a la sala principal, llena de cajas que pronto serían divididas en los cuartos de cada uno de ellos. Entró a la cocina, también llena de cajas; metió tres pizzas del supermercado en el horno y guardó el resto de las cosas que encontró en la bolsa en sus respectivos espacios. Tomó el huevillo de cocina y puso la alarma para 15 minutos después.

Un poco mareado, titubeó. No sabía por dónde empezar a ordenar. Optó por llevar unas cajas marcadas “estudio” al cuarto que sería la cuna de tantas nuevas creaciones musicales.

Silbando de regreso, recordó las cosas que habían dejado los anteriores habitantes y que Maria había decidido guardar en un cuarto próximo a la cocina. A excepción de una escoba y una pala en medio de la habitación, estaba todo muy bien ordenado. Había mesas de diferentes tamaños, un arpa medio destartalado y sin cuerdas, un closet con una puerta menos y un baúl de madera. Su prima había limpiado todo y pese al deterioro por el uso y el brillo desgastado por el tiempo, se notaba que cada mueble había sido tallado con esmero y delicadeza. El baúl era bello, grande y espacioso; su tapa, un poco pesada. El interior olía un poco raro pero era el escondite perfecto.



Cuando María y sus dos colegas regresaron con el resto de las cosas, encontraron a Lucas sentado en el pasto en medio del jardín. Estaba pálido; los ojos, desorbitados y se comía las uñas.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué tienes esa cara? —le gritó Maria con preocupación.

—Hay algo extraño…de lo más extraño allá dentro —respondió Lucas, balanceando su cuerpo de atrás para delante, apuntando hacia la casa con un dedo.

Maria apoyó ambos puños en las caderas.

—¡¿Qué estás tramando, Lucas Urdemales?! —le advirtió.


—¡En serio! Es el baúl. Tenemos que hacer algo…Me metí dentro y… Prima, tienes que creerme: ¡casi me muero! — con la mirada suplicante, se paró mientras con ambas manos se tapaba la entrepierna mojada.

—Lucas, ¡¿te has hecho pipi?!

Todos se sintieron, primero, avergonzados, luego, preocupados. José le pasó el brazo por la espalda a Lucas y lo guió paso a paso de regreso al interior. Maria y Luisa los seguían. Lucas iba relatando los hechos: cuando ellos se fueron, metió las pizzas al horno, guardó la mercadería, acarreó unas cajas y luego se paseó un poco por la casa. Se le ocurrió entonces, esconderse en el baúl, allí en el cuarto al lado de la cocina, con la idea de asustarlos a su regreso. Pero estando dentro, comenzó a sentirse mal, a asfixiarse y quiso salir pero no podía abrir la tapa. Comenzó a oír voces que venían desde afuera. Le parecía que se reían. Se vio paralizado y ya no quedaba aire para respirar. Pensaba que todo estaba perdido y en un último intento, pateó con todas sus fuerzas y la tapa cedió. Saltó del baúl y salió corriendo del cuarto, al ir pasando por la sala, debe haber resbalado porque despertó al lado de la escalera con un fuerte dolor de cabeza.

Lo escuchaban con tanta atención que dieron un salto cuando sonó la alarma del huevillo desde la cocina.

—Las pizzas deben estar listas, anunció Lucas desganado.

Luisa y José se apresuraron a ir por ellas. Maria tomó el brazo de Lucas.
—Ven conmigo para que te cambies ropa y vengas a comer algo. Ya hablaremos más de todo esto.

Luisa y José se mostraron en el umbral de la cocina.

—Las pizzas aún no están listas —anunció José con cara de hambre.

—Aún están en las bolsas con el resto de la mercadería —añadió Luisa.


Texto agregado el 22-10-2022, y leído por 96 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-12-2022 ¿Es decir que Lucas soñó todo después de caerse en la escalera? ?Entonces quién puso a funcionar el horno? (Inserte aquí música de "La dimensión desconocida") IGnus
22-10-2022 Un poco complicado de reconocer los personajes y el tema principal no está definido. ¿Cuándo consideró Lucas que era una buena anécdota para contar? Clorinda
22-10-2022 Un interesante relato con su toque de misterio sobrenatural. Muy bueno. Saludos Ainarayo. maparo55
 
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