Inicio / Cuenteros Locales / jovauri / Los quejidos en la noche
En las noches en las que no puedo dormir recuerdo el consejo de un amigo: para dormir primero tienes que fingir que duermes. Es lo que hacemos todos, me dijo, hacer como que dormimos hasta dormir de verdad. Esta noche su consejo no ha funcionado: el sueño ya conoce mi mentira. Vencido salgo de la cama y voy a la cocina. Tomar un vaso de agua a veces me ayuda a recobrar la calma. Cuando llego a la cocina veo por la ventana el reflejo de la luz encendida en la cocina de mi vecino. Mi cocina y la suya comparten el mismo piso y el mismo patio trasero del edificio. Este vecino nunca duerme. A cualquier hora de la noche tiene la luz encendida. Durante el día sale a recolectar botellas vacías por las calles de la ciudad para cobrar el importe. No sé por qué hace eso, ya que recibe una buena pensión de burócrata y vive solitario en un enorme departamento propio en este barrio alemán de clase media. Su actitud es tan extraña como su hábito de caminar descalzo. Tiene unos pies grandes e inflamados como dos mazos, cuyos dedos son gordos y descarados. Sus manos son también enormes y tan callosas que podría caminar sobre ellas sin problemas. No importa si el asfalto hierve, si la tormenta azota o si el más crudo invierno cubre las calles con una nieve tan helada como mil millones de afiladas agujas: mi vecino camina descalzo sin percibir los caprichos de la naturaleza.
Mi vecino es un tipo normal con un comportamiento algo excéntrico, pero hay un detalle que realmente me incomoda: cuando me tomo un vaso de agua a oscuras mientras observo la luz de su cocina escucho quejidos. No son quejidos de placer; es un grito de dolor ahogado por una enorme mano en la boca o por una cinta adhesiva. Suponía que era mi loca imaginación hasta que una noche, atónito al escuchar un quejido que parecía salir del lamento desesperado de una niña, dejé caer mi vaso y el estruendo del vidrio al romperse delató mi indiscreción. Un segundo después se apagó la luz de la cocina de mi vecino.
Ahora, cuando me lo encuentro en las escaleras del edificio o haciendo las compras, me saluda con una mirada penetrante que me pone nervioso.
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Texto agregado el 17-10-2022, y leído por 151
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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18-10-2022 |
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Una historia que crea bien la tensión; aunque el personaje, en vez de inquietarse con la mirada del vecino animal, debería haber ido a conversar con la policía. remos |
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18-10-2022 |
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La historia entra bien, pero no tarda en desviarse de su objetivo. Más de la mitad del primer párrafo la eliminaría, a partir de aquí: "Mi cocina y la suya comparten". Le pondría otro final, uno interesante, curioso, etc... eRRe |
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