Somos una familia parte 35

Israel lloraba en su cuarto. Tales lamentos los escuchó Nuria. Seguía preocupada por la notica de la desaparición de Fabiola, la salud de su hijo Alex y la crianza de Camila. Deambulaba por el pasillo cuando lo escuchó. Tocó la puerta, como siempre. Israel no respondió, por primera vez, Nuria se atrevió a abrir la puerta.
- ¿Te pasa algo, hijo? ¿todo bien? – le preguntó al verlo llorando en un rincón.
-Nada – respondió el joven.
- ¿Lloras por nada?
-Flavio y yo discutimos.
- ¿Qué pasó?
-Resultó que Medina – hizo una pausa – Claro como no me di cuenta – el joven se levantó del piso.
-Si me explicas talvez entienda.
-Héctor Medina es papá de Flavio Medina – dijo Israel levantando los brazos.
-Vaya. Es una coincidencia.
- ¿Por qué no me lo dijo?
-Por eso. Por tu reacción. No quería que los dos tuvieran un problema.
-Me dijo que no es el único al que le ha jodido la vida. También a él. Me dijo que hubiese querido tener a otro padre, pero fue el que le tocó y que le ha costado recuperar su relación.
-Ven, siéntate aquí – le indicó a su hijo mayor – ese médico tuvo mano dura con ustedes por la simple razón de formarlos. Cuando uno está al frente de un grupo, lo único que quiere es que sus alumnos lo superen. Flavio no tiene la culpa de nada. Simplemente que le tocó ser su hijo. Yo también hubiese querido tener otra familia, otra mamá, otro papá y otro hermano, pero fue lo que me tocó, y a diferencia de él yo no he pedido mejorar mi relación con ellos. Créeme, lo que él está haciendo, es una acción difícil.
-Ay mamá, no me ayudes – dijo el joven tallándose los ojos.
-Mírame. Ese joven merece que lo escuches. Merece una segunda oportunidad. Vale la pena que arreglen las cosas. Si Oscar tiene resentimiento con ese tal Medina pues es su problema no tuyo. Habla con él.
El lunes por la mañana, Flavio estaba en la sala de juntas. Se notaba callado, serio, molesto. Flavio asignó los casos de ese día a cada uno de los alumnos incluido Israel.
Israel se levantó de su silla para iniciar su última semana de trabajo en el hospital, le dejó un chocolate en mesa. Israel salió del salón sin decir nada. Flavio vio que le chocolate estaba abierto. Dentro tenía una nota que decía “perdóname, debí escucharte. Te quiero demasiado.”
El lunes a las ocho de la noche salió del hospital. Ellos tenían que solucionar ese problema. Hablaron en el estacionamiento.
-No sé ni qué decirte. Debí escucharte primero antes de juzgarte.
-Tienes toda la razón. Mi papá no ha sido el mejor. Nuestra relación es compleja. Debí decirte que Medina es mi papá cuando se quejaron de él.
-No es tu culpa. Quiero saber si las cosas están bien entre nosotros.
-Por el momento, sí. Pero, ¿qué será con Oscar?
-Déjalo. Ya hablaré con él.
El viernes fue un día muy especial, los médicos residentes terminaban su internado. Ahora comenzaban una nueva etapa, servicio social.
Fue una ceremonia en el auditorio del hospital. Todos recibieron su reconocimiento y su constancia de término de residencias. Flavio sabía que podría comenzar una relación con Israel porque ya no estaría comprometido el trabajo de los dos.
Al día siguiente, los amigos se reunieron en casa de Oscar. Necesitaban hablar.
-La verdad es que les debo una explicación.
-No es necesario – Francis le dio una palmada en el hombro.
-Hijo de puta – Oscar le gritó y le dio un golpazo en la cara.
-Tranquilo – le reclamó Francis.
-Tenía que hacerlo. Me caes increíble, eres a toda madre, pero tu padre es un cabrón – le dijo Oscar.
-Vaya manera de decírmelo – se quejó Flavio tocando su rostro.
-Ya todo está arreglado. Pero a tu padre, lo odio – Oscar dijo agitando su mano por el dolor.

Mientras Israel y sus amigos arreglaban sus asuntos, la que temblaría sería Nuria, la policía se presentó en su casa.

Continuará...