El primer vino perduró hasta el postre, así de lento vino esa tarde. Calló el árbol surgió la palabra cielo. Un nido esponjoso que no alcanzó a cobijar encontré a la altura de mis pies, tristemente en ley del más fuerte sea viento sea mayor ave, gato si que no fue. Tres gaviotas en protección mutua del ego e infulas del pequeño tiuque o peuco nunca sé. Riego ruego riego por cada brote nuevo, riego ruego, la tierra y un pajarito abrazan las breves aguas, yo procuro no existir. Innecesariamente me reciclo en madre animal otra vez, siento el helado de la tarde en esas alas que enérgicas trinan ansiosas de chapotear. Recuento minutos y angustias como ayer. El hocico del cachorro sujeta su huesito azul, con atención observa mis patas acomodándolo hasta asegurarse las rosó, graciosamente en su ocupación inventa invita juego. El bañista voló.
jdp