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Somos una familia parte 34

Israel pudo entrar al hospital con Francis. Conoce a la perfección ese hospital porque ahí tomó clases. Llegó a urgencias y vio el expediente. La enfermera le dijo que la glucosa ya había bajado a quinientos, pero tenían vigilar que no bajara demasiado.
Al enterarse del lugar en el que estaba, Flavio fue al hospital. Estaba afuera no quería que encontrarse a su papá, Héctor Medina. Las cosas salieron mal cuando Medina se hizo presente en los pasillos.
-Israel. Tenía tiempo que no lo veía ¿Cómo sigue su hermano?
-Delicado, pero bien.
-Qué casualidad – dijo Medina – haces residencias en el mismo lugar en el que trabaja mi hijo.
- ¿Tiene un hijo? – preguntó Francis.
-Sí. Mi hijo está en cirugía. Se llama Flavio Urrutia Medina.
Israel y Francis se miraron mientras Héctor Medina busca una foto de su hijo. Se las mostró.
-Se parece a su madre ¿lo conocen?
-Sabe que doctor…. – interviene Francis – Israel tiene que ir a ver a su familia.
-Está bien. Le deseo pronta recuperación a su hermano.
Israel salió del hospital para informar a su familia del estado de salud de su hermano. Ahí estaba Flavio, apoyando a Israel. Francis le recomendó a su amigo que no era el momento de reclamos.
Al día siguiente, la glucosa de Alex se había reestablecido y llegó a ochenta y siete. Había pasado a hospitalización. Ahí algo raro le pasó.
Un hombre estaba en la cama veintitrés. Nadie fue a verlo. Los médicos dijeron que todo saldría bien con él. Su problema, un preinfarto. Todo el tiempo el hombre leyó un libro con la pasta en color rojo.
En ese pabellón, El paciente de la cama veinte estaba grave. Sus posibilidades eran mínimas. Después de que Emilio saliera a buscar un café dentro del hospital Alex se quedó solo. Un hombre entró al pabellón y se acercó a la camilla del joven en agonía. El hombre era alto, usaba anteojos y era algo calvo. Traía el libro rojo en las manos. Con la mano le hizo la señal de la santa cruz en la frente. Leyó algo que Alex no alcanzó a escuchar. El hombre miró a Alex y le sonrió. Se acercó a la camilla de Alex y le dio el libro rojo.
-No hagas cosas buenas que parezcan malas – dijo lo que parecía ser un sacerdote.
A los pocos minutos el joven que estaba grave dejaba de respirar. Había muerto.
Alex abrió el libro. Era una biblia en la que se podía leer en la primera hoja “sigue el camino de Dios” y la misma frase que le dijo el sacerdote. El joven le dijo a su papá que ese libro se lo había dado un señor. Emilio al ver que era una biblia no pensó que era algo malo. Esa biblia marcaría el camino de Alex hasta ese suceso en la playa y muchos años más tarde.
Una enfermera dijo que el sacerdote del pabellón siguiente había fallecido en la mañana y que mucha gente había ido a despedirse de él.
Alex lo escuchó y se asustó solo de saber que un fantasma le había señalado su camino.
Después de una semana, Alex salió del hospital con muchas restricciones y cuidados. Necesitaría una dieta especial sin antes de que el médico cometiera un acto de insensibilidad con Nuria.
-El joven hoy es dado de alta – le dice el médico.
-Lo sé y gracias.
-Necesitará cuidados. En su alimentación, nada de grasas, ni azúcar. Debe mantener su peso.
-Eso lo sé.
-A veces uno descuida a los hijos. Talvez problemas en el embarazo. Si los padres no se cuidan, menos los hijos – dijo el médico cruelmente refiriéndose al sobrepeso de Nuria.
-Le voy a ahorrar la ofensa. Si lo que acaba de mencionar está relacionado a mi físico, no tiene nada que ver con mi hijo. Alex e Israel los adoptamos hace seis años. Yo luché para embarazarme, pero no pude. SÍ, subí de peso y me lo recuerdan mis rodillas todos los días. A los cuarenta y cinco años tuve a primera hija, biológica. Talvez la mamá biológica de Alex tiene antecedentes de diabetes, ese insulto es para ella, no para mí.
El joven ya estaba en casa y comenzaba con dudas respecto a ese libro rojo.

Sin responder a sus llamadas, Flavio buscaba a Israel por todo el hospital. Oscar sabía que Flavio es hijo de Héctor Medina, también estaba molesto, Medina había sido un enemigo para Oscar.
- ¿Me puedes explicar tu indiferencia? – le pregunta Flavio en el pasillo.
- ¿De verdad quieres que te lo diga?
- ¡Oscar está igual!
-Que bárbaro. ¡Eres hijo de Héctor Medina! ¿Cuándo pensabas decirme? ¡Ese cabrón nos hizo la vida imposible!
-Imagina que desde que tengo uso de razón siento lo mismo por él. Me ha costado recuperar la relación con él. No eres el único que piensa eso de Medina. A veces quesera otro padre, pero fue el que me tocó. De verdad, no quería lastimarte ni mentirte.
Oscar escuchó lo que dijo el atractivo médico. Flavio tomó rumbo al quirófano y le solicitó a Margot entrar en lugar de Israel.

Continuará…

Texto agregado el 09-10-2022, y leído por 52 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-10-2022 Primer comentario. eRRe
 
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