El ocaso se avecina, se huele, se escucha,
se vislumbra no muy lejos,
lo confirman parvadas de aves plásticas
de muchos tamaños y colores;
aves transparentes
diseñadas por el hombre de estúpida avaricia.
Hombre pernicioso, vacío de sombra clara,
pero lleno de maldad oscura,
hombre carroño que no mira los volátiles ahogadores
cayendo encima de nuestros ahogados mares.
Detestable hombre devastador de la madre tierra,
de nuestro universo que hoy muestra su disgusto
con fríos y glaciares deslizándose sin brújula
hacia los mares tóxicos saturados de barcos de unicel.
Derrubios salados que huyen de sus cauces
cargados con pesados llantos en envases plásticos,
con temblores terrestres de epicentros certeros
perversos asesinos de sirenas y unicornios.
Hombre ruin, insensible negador de su verdad dañina,
despreciable creador de injustas hecatombes.
¡El ocaso se avecina!
viene con el alma enfurecida;
por los lanzadores de aves plásticas,
por los infecciosos de enfermedades tecnológicas,
por la escoria humana insensible y soberbia,
por los sabios de sabiduría corrupta y viciada,
por los seres creadores de contaminantes mortales,
pero, antes que nada y antes que todo,
por los irrespetuosos y malagradecidos humanos
seguidores de esas obras deshumanizadas.
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