A pesar que la casa era muy hermosa; ningún inquilino permaneció en ella más de cinco meses. Cada vez que una familia alquilaba esa casa soñaban con quedarse ahí durante toda la vida, los primeros dos meses no pasaba nada; se vivía con mucha tranquilidad. El único ruido que se escuchaba era el ruido que producía la lluvia al golpear en los ventanales. Otras veces el silencio era roto por las sirenas de las ambulancias en la media noche, pero eso era de vez en cuando. Cuando los inquilinos estaban bien contentos y felices empezaba el caos, pues apenas llegaba la media noche se empezaban a escuchar ruidos, era como si alguien corriera los muebles y diera golpes en las paredes. La primera noche pensaron que era una pesadilla que terminaría pronto; guardaban la esperanza de que fuera solo eso. A la segunda noche no se escuchó nada. Los Martins respiraron tranquilos, no estaban dispuestos a irse de ahí por nada del mundo. Ese optimismo se acabó pronto pues al tercer día el asunto fue peor, ni que hablar del cuarto, el quinto y todos los días que precedieron a su marcha de aquel lugar extraño. Ni hablar de los lamentos que se escuchaban después de la media noche. Los dueños preocupados por esta situación llevaron a un brujo a ver si lograba espantar esa alma en pena. El brujo quemó una hojas secas de muchas plantas que sirven para estos casos. Tan pronto terminó ese ritual le dijo al dueño de la casa:
-Don Armando, no se preocupe que esa alma en pena ya está en el lugar que debe estar.
Dor Armando, de inmediato le respondió:
-No sabe cuánto le agradezco, esa situación ya estaba insoportable.
Don Armando le canceló el dinero acordado y se despidió del brujo con un fuerte abrazo. La casa estaba desocupada cinco meses, pues llegó a habitarla un músico solitario; la casa era muy grande para una sola persona, pero eso era lo de menos porque el músico tenía plata y le gustaban las casas grandes. La casa se alquilaba amoblada; esa situación le fascinó al músico, de esa manera se evitaba andar para arriba y para abajo con un poco de cachivaches viejos que decidió regalar a familias muy pobres.
El músico llevó solo los instrumentos musicales, la ropa, unos cuántos libros y un computador portátil. Desde el día que llegó el músico se empezaron a escuchar los mismos ruidos que se escucharon antes. El músico no era tan cobarde para irse de ahí sin más ni más, solo porque una pinche alma en pena quería hacerle la vida imposible. A pesar de los ruidos no se fue, cuando empezaba el desorden quemaba velas aromáticas, pero nada, los ruidos seguían y él también seguía ahí sin temor, le mortificaba que lo despertaran a las doce de la noche unas veces, otras a las dos.
Un día le echó cabeza al asunto, por la alegría de su rostro era fácil deducir que había encontrado la solución a tamaño problema. A la siguiente noche pondría en marcha el plan que había diseñado para poner fin al extraño suceso. Desde las 20 horas empezó a beber ron. Apenas eran las 12 de la noche empezaron los ruidos y los lamentos. El músico no se desesperó como los otros inquilinos que vivieron antes en esa casa. Tomó su guitarra y empezó a cantar una melodía muy hermosa; como cosa curiosa los ruidos y lamentos dejaron de escucharse. Desde ese día esa alma en pena dejó de estar penando; ahora dos almas gemelas se la pasan rumbeando.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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