La mujer es rubia, de cabello corto. Tiene nariz y boca pequeñas; sin embargo, los labios pintados de un rojo intenso se miran tentadores, besables. Sus ojos de un azul intenso brillan con luz propia. Se halla sola, sentada en una de las mesas de invitados a la fiesta. En la pista central, varias parejas bailan al ritmo de un danzón. Verla y decidirme es simultáneo. Me acercó y la invitó a bailar. Ella me mira y sonríe discretamente extendiendo la mano hacia mí. Bailamos cadenciosamente. Enfundada en un vestido y zapatillas amarillas que le sientan muy bien, la tengo tomada suavemente por la cintura. La belleza y cercanía de la mujer rubia, que despide un delicioso aroma floral, me mantienen algo tenso. Inicio un poco de conversación con ella mientras seguimos bailando. Esto tiene que ser un sueño, pienso. Un sueño espléndido. No puede ser real, nunca he tenido una mujer así entre mis brazos. Seguro estoy soñando y si es así, no quiero despertar. A pesar de mis deseos, despierto. Este sueño no debió pasar, los fantasmas no podemos tener este tipo de sueños.