Crónica de un sentimiento
Hoy 22 de septiembre, en otoño o en primavera, tú eres mi tiempo
El tiempo es un arlequín que juega con los sentidos y por ende con las percepciones sensoriales del poeta que viaja en el viento, siguiendo el rumbo que indica la veleta construida con punteros de reloj.
Lejos, cerca, a un costado, al otro lado; en la cima, en la sima o encima; en algún lugar del mundo que se mueve al ritmo del tic tac acompasado, está el destino incierto del poeta enamorado.
Alguien allí en lo finito del infinito imaginado lo está esperando, dibujando en las nubes una primavera austral con aroma de almendras o en un otoño boreal coloreando con pinceles de arrebol las hojas del liquidámbar.
Ella espera mientras traza en una hoja de su cuaderno un círculo circundado de horas, minutos y segundos con un cuadrante digital de números, que aunque pasan veloces, marchan con suma lentitud.
El tiempo cómplice y amigo del inicio del viaje se va transformando en enemigo, cuando el camino extenso se va alargando y el reloj no apura el tranco, durmiéndose entre meridianos terráqueos con su compás cansino y lerdo.
Mientras se suman minutos, horas días… el poeta ansioso escribe, habla, clama y grita en el viento:
—¡Reloj, no hagas lento el tiempo de mi calendario apurado, porque ese tiempo es mío e insensible me lo estás quitando!
—Y a ti mujer de la distancia, te pido que mientras preparo el viaje continúes perfumando con flores de almendro la primavera o coloreando el otoño en las hojas del liquidámbar, porque pronto estaré a tu lado para escribir con letras claras y grandes que:
—Tú, aunque distante e hipotética en mi almanaque actual, has sido, eres y continuaras siendo mi tiempo. Y deseo que la dimensión que nos acerque no sea sólo ilusión y nos permita alcanzar un mañana, para que juntos ambos seamos pasajeros al ritmo de un mismo tiempo, en un lugar común y compartido, inmerso en el espacio universal.
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Hoy, en la mitad austral del mundo comienza la primavera, mientras que en la mitad boreal se asoma el otoño.
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