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A tiempo



Al pasar por la esquina, como lo hacía todos los días, volvió la cabeza y vio el viejo reloj en el dintel de la puerta del edificio con ese estilo arquitectónico de los años 40. "Siempre parado -pensó- ¿cómo es posible que no lo arreglen? Un aparato que es una referencia debería dar información y no dice nada. ¿En todo caso, por qué no lo quitarán?" El trasto inservible inexplicablemente le producía una molesta inquietud, le aguijoneaba pérfidamente su neurosis.

La 1: 05 era la lectura inmóvil, imperturbable de las dos agujas, acechándole diariamente al pasar por ahí, cuando iba y venía del trabajo "que maniáticos estoy" se dijo al tener conciencia de su desasosiego diario, sin embargo no quería de ningún modo dejar de voltear hacia el reloj cuando pasaba frente edificio. Se sentía bajo la mirada de un poderoso ojo.

"Al menos en dos instantes no está equivocado. Quien pase y no lo conozca a la 1:05 de la tarde o de la madrugada no sabrá de su eterno desperfecto. Se diría que esos momentos lo justifican." A pesar de ese razonamiento su rutina no le permitía presenciar en la esfera del reloj aquel instante de falsa verdad, aunque más de una vez, al ver su propio reloj u oir de otros el momento de la fatídica hora se le aparecía en su mente la empolvada imagen.

Desde un primer momento ella le cautivó con su sonrisa, de donde desbordaba luminosa, su amable feminidad. No tardó mucho en invitarla a salir, sorprendido de haber burlado tan fácilmente su timidez. Después del cine entraron en un restaurante. Las palabras apenas transmitían el diálogo más intenso que transcurría entre gestos, miradas y sonrisas. El vino fue pretexto de la embriaguez. Al dejarla en la puerta de su casa un beso, al comienzo casi indolente pero al final de una desesperada pasión, lo abrazó. Quizo más, le preguntó si podía subir a su apartamento, pero ella acariciando su rostro le dijo "no nos desboquemos, ahora es que vamos a tener tiempo."

Al dejarla pensó en tomar una última copa para brindar, gozoso, consigo mismo, el futuro que se le abría con ella. Recorrió con fruición cada uno de los momentos anteriores. Los disfrutó de nuevo pero ahora desde la reflexión. Caminando hacia su casa alguien al pedirle la hora lo trajo de nuevo al mundo. "La una en punto" le contestó. Inmediatamente pensó en el reloj "¡bah! Y ahora qué importa -se dijo." Sin embargo, apretó el paso. Pensar en ella parecía detenerlo, aún así al darse cuenta de que iban a dar la 1:05 corrió hasta el viejo edificio y vio sobrecogido, con una delirante alegría el segundero de su reloj "ocho, siete, seis, cinco" iba contando los segundos, levantó la cabeza hacia el reloj "cuatro, tres, dos... un..." antes de terminar de decir el último segundo sintió con horror como todos se petrificaba, los carros en la calle, las pocas personas que aún caminaban en la madrugada, el aire, su corazón, la sangre en sus venas. Lo último que percibió, con aterradora claridad, antes de que su pensamiento terminara de paralizarse por completo fue el primer tic tac del reloj que en ese instante había comenzado funcionar.

Texto agregado el 09-10-2004, y leído por 139 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-07-2005 ¡Excelente texto! Felicitaciones pecosa
09-10-2004 Imaginad la desesperación del tio cuando le quitaron su objeto de inquietud... jeje. Muy buen texto. guasarapo
 
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