Gracias a la investigación del Dr. Masaru Emoto, que descubrió que el agua no sólo recoge información sino que es muy sensible a nuestros sentimientos y consciencia, supe la enorme importancia de pensar, sentir y actuar, de la manera más impecable posible.
Si los cristales de agua se deforman o dibujan en maravillosas figuras, ante cualquier mensaje, voz, sentimiento o música que se transmita en su entorno modificando su misma estructura molecular, realmente nos encontramos ante un descubrimiento espectacular, porque nuestro cuerpo tiene más de un 70 % de agua en su estructura. Diría que bastante más, se dice que de un 70 a un 80% de agua, es la cantidad que contenemos en nuestros cuerpos. Imagínense ustedes entonces, el porqué nos enfermamos o nos curamos. Esa inmensa masa de agua que somos, ante nuestra manera de ser, reacciona con consciencia y nos perfecciona o nos deforma, acorde a cómo somos, ¿se alcanza a comprender?
Justamente la palabra: gracias, es aquella que forma la figura más exquisita en el agua. Es como para pensar, cuánto hay para agradecer, ¿verdad?
Desde la bocanada de aire o las gotas de agua, al abrigo frente al frío, la comida, el techo sobre nuestras cabezas, o la mano que se nos tiende, la sonrisa que ilumina. Todo es para agradecer, absolutamente todo.
Incluso agradecer a aquellos a quienes denominamos: "enemigos", por creer equivocadamenmte que lo son, cuando en realidad promueven las enseñanzas más importantes y duraderas en nosotros.
Parte de mi libro: “Chispas de luz” |