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Somos una familia parte 27

A los dos se les soltó la lengua un poco, talvez se debió al cansancio, al ritmo de trabajo o simplemente necesitaban hablar.
-Crecí en dos orfanatos. Viví momentos de soledad, de tristeza, de incertidumbre, pensaba que mi futuro era incierto hasta que llegaron ellos dos.
- ¿Qué le pasó en la cara? – Flavio fue directo.
- ¿La marca? – Israel señaló su rostro – cuando tenía doce años, saliendo del mercado venía con una monja. Yo la ayudaba con la compra cuando llegaron dos tipos a intentar quitarnos la comida. Yo la defendía a capa y espada, pero lo que no esperaba es que ellos dos traían una acido que me aventaron en la cara. Me quemaron parte de la mejilla, el hombro, la espalda y la mano – le dijo Israel señalando sus heridas, cerradas por fuera, pero abiertas por dentro.
- ¿Por eso lo cambiaron de institución?
-Dijeron que el costo de mis heridas era muy elevado. Así que Isidora me recogió y me llevó a la segunda institución. Ahí llegué hasta los diecisiete hasta que me adoptaron.
-Todos hemos tenido una vida difícil.
-No creo que alguien como usted haya tenido una vida difícil – Israel se atrevió a decir.
-No se equivoque. No es el único. Mi mamá murió cuando yo tenía siente años. Realmente no me acuerdo de ella – hizo una pausa – viví en la penumbra, en la completa soledad porque mi papá se metió en el trabajo.
-Lo siento, no lo sabía – Israel se disculpó.
-Después de vivir con niñeras, con tanta presión, tristeza y desamor a los doce años sentí un dolor en el pecho. Toda mi vista se nubló. Días después desperté en el hospital. Le había dado un infarto.
Israel se sorprendió de lo que les estaba diciendo su jefe de guardia.
-Desde entonces, mi papá se prometió nunca hacerme falta. Aunque no tenemos una relación muy cercana, procura llamarme por teléfono.
-Doctor Flavio Medina, se le solicita en el quirófano cuatro ala B – los interrumpió la bocina del hospital.
Israel se quedó sentado en la cafetería mientras Flavio le levantó y fue de inmediato al quirófano.
Entrada la madrugada, Israel seguía mal. El alimento ya había salido por la boca y su trasero estaba cansado de tanto defecar. El cansancio lo estaba venciendo cuando Flavio de nuevo intervino.
-Venga – le indicó Flavio – deje ese expediente y que lo atienda Margot. Lo voy a llevar a urgencias para que le pongan suero y un medicamento intravenoso. Ya perdió mucho líquido.
Israel hizo caso a Flavio. Lo recostaron en una camilla, le colocaron el suero y el medicamento. Ahí en urgencias pasó el resto de la guardia.
Pasadas las ocho de la mañana, Israel estaba sentado en la camilla, ya se sentía mucho mejor que la noche anterior. La enfermera retiró el suero y le dijo que podría retirarse. Antes de las diez de la mañana se encontró con Oscar en el pasillo al checador.
- ¿Qué te pasó? ¿Cómo sigues? – le pregunta Oscar.
-Mejor. Estuve toda la noche en urgencias, con suero.
- ¿Que?
-Pero no sabes todo lo que pasó.
-Cuéntame. Ya viene tu jefe – le dijo Oscar a Israel.
-Doctor, buen día – Flavio le dijo a Oscar.
-Buenos días doctor – responde Oscar.
- ¿Como sigues? – se dirigió a Israel.
-Mejor, gracias.
-Bueno. Te llevo a tu casa, y no acepto un no por respuesta.
Oscar miró a Israel extrañado.
- ¿Qué pasó? – Oscar le preguntó al oído.
-Ya lo sabrás.
Flavio pasó su tarjeta por el checador y salió por la puerta al estacionamiento, le indicó a Israel que lo esperaba en el auto.

Continuará…

Texto agregado el 17-09-2022, y leído por 58 visitantes. (0 votos)


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