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Día de por medio iba a comprar el pollo en el lugar de siempre. Me gustaba ir ahí porque me atendían bien, no era para menos, pues aparte de ser buen cliente, mientras me atendían cantaba baladas, una diferente cada vez que iba. La chica que me atendía se esmeraba en hacerlo de la mejor manera. A mi me daba la impresión que estaba enamorándose de mí. Cada que llegaba veía en sus ojos fuego de amor, fuego que yo alimentaba más, pues le cantaba con más sentimiento. Todo parecía indicar que mis canciones le llegaban al alma. Lo curioso del asunto es que cada vez que compraba pollo le faltaba una presa. Hoy le faltaba una ala, mañana, un muslo, pasado media pechuga. Un día le dije:
-Con mucho respeto le informo que sus pollos están viniendo incompletos.
De inmediato me contestó:
-Muy raro pues al pasarlos por la máquina cortadora siempre están completos.
Tan pronto terminó de hablar le respondí:
Muy raro, pues al llegar a casa abro la bolsa y compruebo que al pollo le falta una presa.
La chica en tono burlón me dijo:
-Señor no será que está quedando ciego y no se ha dado cuenta.
Me dio rabia que me haya respondido de esa manera, de ser así mi mujer también estaría ciega, cosa que no es cierto, ya que enhebra la aguja en dos segundos. Con mucha ironía le respondí:
-No será que sus pollos son fenómenos.
Ella se rió de mi ocurrencia y pronto me contestó:
-A lo mejor, ya nada es como antes, tal vez estos pollos que vendemos aquí vengan con una presa menos.
De inmediato le contesté:
-Tal vez tenga toda la razón, si comparamos las mujeres de ahora no son como las de antes, las de hoy vienen con los pechos y nalgas rellenas de silicona. En fin que...
Hasta ese día me había robado veinte presas, es decir dos pollos completos. Ella aprovechaba que yo no la veía empacar el pollo despedazado, pues había un acrílico azul oscuro que me impedía verla. De todas maneras terminé dándole la razón y le pedí disculpas. Ella las aceptó de buena gana y todo siguió normal. A los dos días volví por ese lugar y esta vez fue peor, pues ya no era una presa la que le faltaba al pollo sino la mitad. A los dos días fui y le dije:
-Con tanta manipulación genética es un milagro que usted conserve aún su morfología, ya nada es como antes.
Se rió y luego me dijo:
-Eso mismo digo de usted.
Ese día pedí que me fiara tres pollos y cinco paquetes de menudencias. La chica no tuvo ningún problema en darme el crédito. De los tres pollos solo me empacó pollo y medio, de los cinco paquetes de menudencias solo me empacó dos y me hizo el recibo por cinco paquetes. A los dos días fui y le pagué el valor del crédito, ese día decidí no llevar nada. Enseguida me fui para mi casa, solo volví a los cinco días, apenas llegué la chica me dijo:
-Oiga señor, ese billete de doscientos mil pesos con el cual me pagó hace unos días es falso.
De inmediato le respondí:
-Se da cuenta, ya no los hacen como antes.
Me fui riendo para mi casa, al llegar dos policías estaban esperándome para robarme, ya ni los policías son como los de antes me dije a mi mismo.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA

Texto agregado el 16-09-2022, y leído por 132 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
17-09-2022 ¡Qué refrescante cuento, caramba! Está muy bueno y jocoso :-D Trilobite
17-09-2022 Sin duda, los tiempos están cambiando demasiado rápido y tu cuento podría ser un adelanto. remos
17-09-2022 Los tiempos cambian... O cambia el tiempo? Stracciatella
17-09-2022 Jajaja…tiene mucha gracia, Pedro. MujerDiosa
16-09-2022 Hola, lo cuentas muy bien, me llevo hasta el final, pero, pero, el final no me parece un final, quizas no entendi bien? Perucho
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