EL CONCURSO DE LA BRÓTOLA.
Personajes:
Oriana. Sixto. Ramón. Ángel. Edmundo. Aldo. Oscar, el inspector. Gastón, capitán de La Princesita.
Escena uno.
(En una playa frente al mar, en un concurso de pesca)
Oriana: ¡Pero fíjense que clase de país tenemos! Por un lado, nada les decimos a los buques extranjeros pescando en la plataforma continental submarina, y a estos intrépidos venidos de Mar del Plata les dejamos hacer lo que quieran. Y ahora que lo pienso es por culpa de la inflación... Sixto: Piba, yo sé lo que te digo, buscate otro lugar. Aquí vas a lanzar la caña y la plomada te va a quedar en el banco de arena. Oriana: Pero sin embargo, qué extraño, en el sentido de rarísimo; hoy en vez de una flotilla tenemos solamente uno... Ramón: Si es por eso estate tranquila porque en cualquier momento los otros irán aparecer como salidos de adentro de las olas. Oriana: ¿Es qué el capitán no ve la playa colmada de pescadores? Si hasta se puede leer el nombre: La Princesita. Y también se pueden ver a los marineros de abordo. Sixto: Pero que mala suerte, ésta desubicada justo se vino a poner donde en la orilla se marca la olla. Ángel: Por las buenas tratemos de conseguir que se ubique en otro sitio. Edmundo: No desesperemos, es tan inquieta que en cualquier momento se corre sin que le digamos nada. Ángel: Traten de evitar que arme la caña. Ramón: Si tu funda fuera de latex, te la pediría prestada para usar de condón. Sixto: Fijate de no cruzar tu tanza con la mía. Oriana: ¿Es posible que a nuestros organizadores no les interese los dos mil y pico de pescadores presentes, ocupando tres kilómetros y medio de playa, que tuvimos que pagar una fortuna para la inscripción? Sixto: Disfrutá del concurso sin pretender ser la reina del momento. Oriana: ¡Fuera, pirata! Sixto: Hace silencio, muchacha. Ángel: Oiga joven, ¿usted cómo se llama? Oriana: Oriana Palacios. Ángel: Bueno, mire señorita Oriana, mejor escoja otro sitio, que aquí estamos apretujados como garrapiñada de paquete. Ramón: Está para comerla así nomás con papitas y al horno, chamigo. Edmundo: La imagino de tortilla en tortilla, de luna de miel en luna de miel, pero carníbora de de siempre tener un costillar esperando. Ángel: Pues entonces voy a jugar al cuarenta y nueve: La carne; y si sale, la invito a comer a una parrillita; y de postre viagra. ¿Que número es la pastilla azul? Sixto: El veintisiete Edmundo: Y allí quedará tu pistola sólo apta para hacer pipí. Ramón: Mirá si cobrara por sexo, no alcanzaría la plata del mundo para ponerse al día. Sixto: Por mi parte, con los últimos simbronazos de la inflación ya ni erecciones tengo. Ramón: ¿La inflación o los pirulos? Sixto: Del derecho y del revés es utilizable... Edmundo: Pero vean los viejos verdes que parecen pibes de veinte años. Oriana: ¿Ese barco está pescando o qué?, por que la red va a terminar toda enroscada de la hélice. Sixto: Debe tener algún desperfecto mecánico. Oriana: Se acerca como para querer barrenar las olas. Sixto: Antes venían de a dos, por si alguno se rompe, pero últimamente de manera escalonada, de a una docena se los ve barriendo la costa. Oriana: Que por culpa de ellos no se saca ni para carnada; y comprar langostinos sale lo mismo que un collar de perlas. Ramón: Edmundo, por como habla esta piba no conoce la guita. Edmundo: Por mi parte aquí ofrezco mi dron, y entre todos le mandamos una nota de protesta, escrita con una frase contundente que exiga se retire de inmediato. Oriana: Exelente iniciativa, Chabón. Dejame que te aplauda. ¡Volvé de donde viniste, depredador! Ramón: Nena, hablá mas bajo que con tanto quilombo espantás hasta las gabiotas. Oriana: ¿Para qué me piden tanto silencio si por las olas apenas nos escuchamos? Ángel: Uno ve una mariposa y sabe que el mundo continúa, pero tenerte cerca es como que después de vos no existe nada. Edmundo: No desesperen, ya mismo le mando el aparato con la nota de protesta. Oriana: Los otros días con mi padre hemos contado hasta veinte barcos pesqueros, y paramos de contar de la tanta indignación que teníamos. Pero ahora éste, así solito, llama poderosamente la atención. Y estoy segura que se arrima tanto a la costa, porque el capitán divisó las aureolas que dejan las plomada al hacer impacto con el agua, y se dijo ¡uya! allá debe haber un hermoso cardúmen. ¡Pero pirá pirata! Ángel: Pirata se dice cuando los ladrones de un barco abordan otro barco, pero ésto es muy distinto. Oriana: Por la ilusión del premio, con el incremento del jackpot acumulado, es que estamos todos abstraídos pensando en gastarnos el dinero lo mas rápido posible. Edmundo: Yo con el dron le mando la nota para pedirle que recapacite, que acá hay en juego un suculento pozo, porque de los concursos anteriores nadie a sacado un carajo. Sixto: ¿Y, que esperás, que vengan de la prefectura a darte una autorización por escrito? Edmundo: Ya mismo sale con fritas. Ramón: ¿No te pone nerviosa que el pesquero te puede llegar a tocar la cola? Oriana: ¡Oia!, allí viene mi padre... Aldo: ¡Oriana! Por fin te encuentro, querida. Decime, ¿vos agarraste la latita de sardinas que había en la alacena? Allí la veo. ¡Pero qué me hace mija, la tenía reservada para el almuerzo! Pedile prestado camarón a los muchachos. Oriana: Padre, puede tener arena... Aldo: Perdón pero igual me la llevo. A esta altura de mi vida la arena la considero queso rayado sobre la pastachuta. Ah, y disculpen el aliento a dormido pero encima de males hoy no me pude lavar los dientes. Y una cosita mas antes de volver a mi puesto de lucha, ¿se puede saber para qué han traído un dron? Edmundo: Lo traje para hacer un videíto del evento, ¿tiene algo de malo éso? Aldo: Para nada, pero tenga cuidado pues acá apenas te das vuelta hasta a los liciados les pelan las muletas. Sixto: Por que no te llevás a tu hija, que a lo mejor, si gana el premio, te pueda llegar a tirar unos mangos. Ángel: Aqui no hay pique ni de casualidad. Aldo: Ni aquí ni en ninguna parte. Déjenla donde está que así está divina. Bueno, Oriana, si me necesitás buscame donde siempre estoy. Oriana: Chau papá, después nos vemos. Ángel: ¿Ése es tu padre?, parecen hermanos. Oriana: Me tuvo cuando tenía quince años. Sixto: Yo, en la nota, pondría una frase bien picante. Ramón: ¿No será mas práctico llevar el dron con un toque de gasolina y directamente prender fuego la nave? Oriana: Deberían colocar detrás de la rompiente todas boyas naranjadas atadas a una cadena madre. Sixto: Ni la plata del premio alcanzaría para semejante obra de ingeniería. Oriana: (Mirando la punta de la caña) Por favor ¡vean! Tengo un hermozo piquesito. Por ahí anda dando vueltas una brótola alrededor de la carnada. Ángel: (Encendiendo un cigarrillo) Por qué no agarras la caña y le pegas un tirón para que se enganche. Oriana: Pues los peces huyen cuando el cebo queda contaminado es preferible no fumar mientras se pesca. Ángel: Huyen, pero de los barcos venidos de Mar del Plata. Oriana: Pruebe de untar los camarones con Colgate Fluor. A mis anzuelos les puse anchoas de lata y un poco de pasta dentrífica. Ángel: Decime, ¿no te hace sentir ridícula el estar mirando la caña como la conductora de un noticiero? Oriana: Prefiero esperar que el pescado juegue con la carnada y después se trage el anzuelo; mi viejo me lo enseñó. Ángel: Por lo que veo faltó enseñarte que cuando el bicho anda suelto se le dice pez y recién fuera del agua se le dice pescado. Oriana: Mi padre es mi profesor y no acepto enseñanzas de otras corrientes de pensamiento. Ángel: "El profesor amarrete". Sixto: Exigile a tu papá que te enseñe a hacer campamento donde eres bien recibida. Ramón: ¿Por qué antes de andar garroneando, tu padre, mejor se postula a fiolo y te hace revolear la cartera? Oriana: (Agarrando la caña) Ahí tengo los tres tirones típicos de cuando el pez está enganchado. Ay, que sea una brótola, quisiera con toda el alma ganar ese premio. Ángel: Absurdo es supeditar el éxito del destino a los avatares de un concurso. Oriana: ¡Confirmado! traigo algo interesante. Ángel: Ande, sea buena, le cambio la caña por la mía... Oriana: Tal vez se trate de una bolsa de nylon; rebalsa de mugre el planeta que hasta ha llegado Marte. Sixto: Te aviso, para el concurso si no es brótola no sirve. Solamente brótolas pueden competir. Oriana: Te quiero mucho barquito de porquería, me trajiste buena suerte. Ramón: El barquito del amor, del porvenir y la abundancia... Ángel: Por culpa de la sal, tu reel suena a máquina de coser de siglo pasado. El óxido es muy pernicioso, ¿te vacunaste contra el tétano? Ramón: Si no te vacunaste yo te vacuno. Sixto: Chicos, hagamos el trencito de la buena suerte. ¡Escuchen la sirena! Uuuuu. Oriana: No sean tontos... Edmundo: Barquito de porquería mandale suerte a mi dron también. Ángel: Che, parece que trae un pescado en serio... Ramón: La Oriana es un fenómeno... Ángel: Tirá la caña para atrás así la piola se afloja y después recogé con toda la vehemencia. Oriana: Viene algo que lucha con la fuerza del instinto de la existencia. Ay, ¿no me digan que es una brótola? Sixto: Es una brótola chiquita: chiquita como la mía. Ángel: Y aunque te parezca mentira con esta brótola podés llegar a ganar el premio. Oriana: ¡Comisión fiscalizadora, vengan a fiscalizar a la hija de Aldo de Villa Gesell! Ay, me la llevo a vivir conmigo. Oscar: ¿Ha pescado una brótola, muchacha? Oriana: Por lo que mas quiera, no me la vayan a querer matar. Tengo en mi casa una pelopincho y lo voy a poner ahí. Oscar: Tranquila, aquí es sagrado devolver el pescado al agua. ¿A ver cuanto pesa? Oriana: Debe venir escapando de las redes, si hasta cara de susto tiene. Oscar: Trescientos diez gramos, sirve para la competencia; y como nadie a sacado un pito hasta puedes llegar a ganar el premio. Oriana: Pobrecita; no quisiera que por nada del mundo muera. Apúrese; usemos esta cubeta. Oscar: Quedate tranquila, la brótola está protegida por el reglamento. Oriana: Dígame una cosa, inspector, ¿cómo le permiten a ese barco de porquería acercarse tanto a la costa? Edmundo: Señor inspector, con su permiso, humildemente, le voy hacer llegar una nota de protesta. Y con este artefacto moderno iremos abrir los caminos de la mente. Oscar: Está bien, y de paso dígale de mi parte que regrese de inmediato para el puerto Mar del Plata. Ángel: Pasa que hay un convenio con el gobierno de la provincia que dá piedra libre para hacer lo que se les de la gana. Oriana: Si, pero de abril a septiembre, y ahora estamos en diciembre. Ramón: Con un misil aire tierra habría que hacerlo mil pedazos. Oriana: Igualmente las lineas hasta tan lejos no llegan... Edmundo: A ver que les parece, la nota dice: Regresen a Mar del Plata o la van a pagar muy caro, ¿está bien? Ramón: Mejor hagamos una nota intimidatoria, que si no sé vá, en el próximo vuelo le prendemos fuego la nave; y que alguien se pinche un dedo y lo firme con sangre. Ángel: Permiso, voy a lanzar mi caña. Sixto: Y ahora, como debés tener cuidado de no pisar el mar en el lanzamiento, por qué no apostas al quince: La niña bonita. Oscar: Hablando en serio, habría que mandar un helicóptero para que los metan presos. Me ofrezco a ir con la nota en la mano pues se puede ir caminando. Edmundo: Tarde. Allí vá el dron con la nota volando. Oriana: ¡Qué rápido vuela! Ramón: Tantos ovnis que vemos por la noche más que seguro son drones. Edmundo: Listo, ya llegó. Oriana: Señor inspector, que el jurado revise mi brótola y después me la llevo a casa. Oscar: No hace falta que otra persona la examine, con mi palabra es suficiente. Edmundo: Suspenso sobre la costa. Ángel: Sabe, inspector, como participante del concurso me ha tocado el número dos mil doscientos cincuenta y seis, que en la matutina de ayer salió en las dos loterías. ¡Las cuatro cifras! Me quiero morir. Oscar: En los juegos de azar siempre pasa lo mismo, se piensa muy distinto al momento de apostar que luego con el resultado puesto. Ángel: Para mí, los juegos de azar, son como una calecita donde satanás es el que entrega la sortija. Oriana: El aparato no regresa. Como lo vaticinó mi padre, se lo chafaron. Ángel: Entonces voy a Jugar al setenta y nueve: Los ladrones. Sixto: O al cincuenta y tres: El Barco. Edmundo: Deben estar arrepintiéndose; y más que seguro que pega la vuelta. Oriana: Ahí regresa con otra nota colgando... Edmundo: (Leyendo la nota) Aquí la tengo... Oscar: ¿Que dice? Edmundo: PACIENCIA, MUCHACHOS, NO HAY PESCADO PARA NADIE. Oriana: Una lancha del Greenpace debería intervenir en reemplazar a los tripulantes por jóvenes militantes de esa noble causa, de custodiar al planeta de los destructores del ecosistema. Ángel: Uy, tengo un pique tremendo. Oscar: Pero che, ¡como dobla la caña! Ángel: Me cuesta hacer girar la palanca. Edmundo: Lo que les dije, la nota dió resultado y el barco se está retirando. Sixto: "El pescado" es el número diecinueve, seguro que sale. Ramón: Debe ser una ballena. Oriana: Al estar indignados por el recalentamiento global los peces tiene una fuerza extra. Ángel: Uy, como lucha este condenado. Oscar: Sin duda a comenzado la hora del pique. Ramón: Tal vez se trate de un borsego haciendo sopapa con el fondo. Ángel: Ha de ser el tiburón de la película o una merluza gigante. Oscar: Entonces brótola no es. Ángel: ¡Sin duda traigo un bicho enorme! Sixto: Pueda ser que sea un lenguado o una manta raya. Ramón: Inspector, la gente se acerca a querer sacar fotos, pida que mantengan los lugares. Oscar: (Con un megáfono) ¡Por favor, que nadie se aparte de su sitio! Oriana: (Usando el megáfono) ¡Vean señores, aquí saqué una brótola de mas de trecientos gramos! ¡Que aunque gane o pierda en esta cubeta me la llevo a casa! Edmundo: ¿Sabías, Ramón, que en épocas pasabas, se iba la ola y quedaba la playa blanca, atestada de almejas? Y dicen, había grupos de señoras, recostadas sobre la orilla, comiendo así no más, crudazo, con un poco de limón y adentro. Ramón: Ni idea tengo de lo que es una almeja. Sixto: En efecto, antiguamente se pescaba desde la playa con medio mundo y hasta con la bolsa de ir al almacén. Y si hacía mucho calor había camarones en cantidad ilimitada. Ángel: Vean, es una brótola descomunal. ¡Es una brótola enorme! Oscar: Primero vamos a pesarla y luego la vamos a devolver a su sitio. Oriana: Entonces que pena, mi brótola entra segunda; y para nada existe un segundo premio. Pero igual me la llevo a vivir conmigo. Oscar: Si, pero antes que muera de vieja la debes devolverla al mar. Oriana: Señor inspector, ¡se lo prometo! Oscar: Pesa cinco kilos con cuatrocientos gramos; y mide sesenta y nueve centímetros. Sixto: Es alusinante. Edmundo: Algo nunca visto. Ángel: Estoy tan emocionado. Oscar: Don Ángel, por todo lo que es de suponer, ya casi a ganado el premio. Ángel: ¿Me la podré llevar para la cena? Oscar: Lo lamento, el reglamento exige que hay que devolverla al mar. Oriana: Yo a la mía le pondré de nombre Lulú, me gusta mucho ese nombre. Oscar: Tratala con mucho cariño. Oriana: Señor inspector ¿me puede averiguar si mi brótola es macho o hembra? Oscar: La brótola tuya es macho, y la podes llevar a tu casa; pero en cambio la ganadora, es una mujercita a punto de desovar, que por poco necesita usar pañales. Oriana: Aunque el concurso dure mil años dudo mucho que a ésta haya alguna que le pueda ganar. Oscar: ¡Entonces devolvemos la brótola grande a su sitio y la otra se la lleva la señorita a su casa!
Escena dos:
(En el mar, en un kayac)
Oriana: Para que las olas no nos vayan a molestar, mejor nos despedimos detrás de la rompiente. ¿Sabés? Poco y nada importa cual es la especie que vive mas años, sino que cada uno tenga su momento sublime de gloria. Y éste instante para mí, donde tu cola se desprende lisa y suavemente de mi ser, aun cuando los tiempos me sean adveros será por siempre recordado con el corazón en llamas. Adios Lulú, te quiero mucho. Lamento no hayamos podido comprar la pecera de vidrio. Al ver como a diario pierde valor el dinero, el pueblo está entrando de lleno en una especie de demencia colectiva; que luego será mas complicado sanar la croqueta que estabilizar la moneda. Inmersos en la desvergüenza descarada que supone la soledad de un pueblo fantasma carente de turistas, allí veo llegar a los bandidos mayores de Villa Gesell y alrededores, luciendo la asquerosa impunidad cual si fuera luz divina. Y como que el país va hacia la hiperinflación donde en adelante el traste lo debamos limpiar con cartón prensado, han dejado de ser sospechas lo que ahora es una patética certeza; que aunque hayan cobrado el premio igual no me voy a quedar de brazos cruzados, pues ya verán como el destino se empecinará en llevarles la contra. El que va primero, es el arrogante inspector sabelotodo; ah, como lo odio. Y el otro ludópata engreído, es Don Ángel, el ganador del concurso; que a mi gusto, en vez de andar de parranda por los Casinos, debería estar envidiando raíces y lombrices del cementerio. ¡Pero atención!, que hay alguien mas con ellos, la sexta ficha del rompecabezas delictivo. Ah, pero claro, se trata del capitán de La Princesita; ¿y quien sino? Pero se deben sentir muy preocupados por como la inflación les carcomerá el premio cual pirañas del Amazonas; cuando encima está prohibido utilizar aparatos para el lanzamiento. Si hasta me parece estar viendo sobre las olas de aquel día flamear la tanza cual una bandera de futbol. ¿Que será preferible: denunciarlos por corrupción o recorrer en silencio el espinel y conocer el resto de sus tramoyas?
(Los concursantes, el inspector, y el capitán, se aproximan hacia la playa)
Ángel: Dejen de mirar con cara de hambrientos. Aquí traje la plata para repartir. Está toda la guita junta, incluída la mía. Sixto: ¡No seas haragán!, la deberías haber separado en tu casa. Ángel: Pues la inflación está desenfrenada les aconcejo gastarla lo antes posible; después no me vengan a decir que les dí de menos. Edmundo: Un momento, terremoto en el Partido de la Costa, aquí tenemos a la Oriana de nuevo. Ángel: En la peluca recién comprada, un verdadero nido de pulgas, piojos, y liendres. Gastón: ¿Se habrá dado cuenta de la realidad de los hechos? Sixto: Ni por puta casualidad. Edmundo: No escucha y está siempre pensando en los pajaritos de colores. Ángel: Quiero creer que pasará de largo. Ramón: Se puso furiosa cuando bautizamos a su brótola con el nombre del barco. Edmundo: Brótola macho pero que finalmente la terminó llamando Lulú. Ella sola se entiende. Sixto: No pretenderás que le ponga el nombre de tu tío. Ángel: Inutil es dedicarse a llevarle la contra al pedo. Oscar: Mejor hagamos cuanto antes la repartija que no quiero que nos vean juntos. Gastón: A mi no me conoce. Edmundo: Dice ser hija del tipo que no pudo lavarse los dientes pues la nena le usó la pasta como falopa para los pecados. Ay, ay, ay. Ramón: Y trascartón se llevó la lata de anchoas para el almuerzo donde yo estuve apoyando mis langostinos todos podridos. ¡Que locura! Oscar: ¡Miserable cartonero, mugriento revolvedor de los tachos de basura socabando la íntima de las personas! Sixto: Si no se lleva con dignidad la miseria se hace doblemente miserable. Ángel: En vez de padre e hija parecen novios. Ramón: Son sapos del mismo pozo. Ángel: Capitán, aquí en el sobre suyo, también va la plata de los marineros, después ustedes se arreglan. Sixto: Llevo mi parte al banco y en la declaración jurada pongo: "juegos de azar". Edmundo: Veo que en el kayac lleva la cubeta donde transportaba a La Princesita. Oscar: Tal vez fue a devolver la brótola a su mundo ideal. Ramón: Sobre el oasis del flujo de la fantasía, atragantada con pétalos de rosas, ojala quedara tosiendo sobre el miembro masculino del que les habla, mientras tanto con las manos hace un nido para el arrugado protector de mis embriones. Ángel: ¡Que poeta! Gastón: Se viene para acá no más... Ramón: Cruz diablo, mejor que agarre para Popeye. Oscar: ¿Y, llevaste la brótola como lo prometiste? Oriana: Aunque algo arrepentida he cumplido la promesa de dejar a Lulú con sus parientes. Oscar: Hiciste lo que por ley el reglamento pide; después paso el informe. Ángel: Entre los peces no existen los parentezcos pero seguí pensando así porque es muy lindo. Oriana: Se ve que está toda la banda reunida. Ustedes piensan que la vida es muy maleable y que no existen cuestiones eternas, ¿verdad? Ángel: Eh, pero ¿que es ésto?... Oriana: Y vos, seguro, sos el capitán de La Princesita. Gastón: Cada uno en lo suyo verdaderos artesanos que ya no peleamos por razones de geopolítica. Oriana: Tendría que haber ganado yo pero han torcido al destino como alambre de estaño. Ángel: ¿Es la envidia que sale de paseo o pretendes algún tipo de recompensa? Edmundo: Oriana, dejece de joder, cómo va a tener una brótola viviendo en una pelopincho. Oscar: Pero si ya la devolvió. Ramón: Secate con mi remera las gotas de la piel porque me ponen nervioso. Oriana: Hasta cuando piensan seguir siendo unos delincuentes. Ramón: Pero vení para acá y dame un besote. Oscar: (Los muchachos rodean a Oriana y la acosan) ¿Si en la entrega de los premios estabas recontenta, a que viene toda esa mala onda? Oriana: Siendo honrado se anda por la vida, libre como pájaros en el cielo. Oscar: Don Ángel la pescó en buena ley, y vino estando con vida enganchada del anzuelo, ¿que mas se le puede exigir a un reglamento? Ángel: Metro a metro, centímetro a centímetro, yo mismo recogí la tanza sin ayuda de nadie. Sixto: Fue un pez de verdad y no un muñeco de goma. Edmundo: Tampoco hubo un buzo llamado Beneficencia que enganchara una brótola comprada en el autoservis. Ángel: Y vos misma vistes cuando regresamos el pescado al mar a los puros coletazos. Oriana: En el momento no me dí cuenta pero después me cayó la ficha. Oscar: Tené cuidado con lo andás diciendo por ahí. Tengo un comercio de artículos de pesca y en el club soy un hombre muy respetado. Oriana: Si pero pegastes un flor de patinazo para el lado de la delincuencia. Edmundo: No difames... Sixto: Señores, confirmado, la maldad es unisex. Y con ésto de la igual de géneros lo único que han logrado es duplicar la cantidad de violentos. Oscar: ¿Sabés?, me gustaría tanto tenerte de empleada de mi comercio y que puedas atender a los que viene a pedir fiado con ese caracter tan determinante. Ramón: El sexo es el motivo de la existencia. Ángel: Ya ves, la manada está que arde. Oriana: Se me hace imposible el no querer escupirles la cara. ¿Pero a cual? Gastón: Yo preferiría un beso en los cachetes; en los cachetes del traste. Oriana: Se ve que estudiaste. Oriana: (Escupiendo al inspector) Con todo lo que hay para elegir, usted es el mas aborrecible. Ángel: Siendo que eres tan temerosa deberías recibir parte de lo recaudado: De lo recaudado en mis testículos. Oscar: Por esto que has hecho tendríamos que dar la vuelta al mundo con vos arrastrando el carro. Ángel: Y el crudo invierno pasó y no nos hizo nada, pero en un segundo la Oriana nos moja la oreja como a principiantes. Oriana: Por culpa de ustedes no pude concretar mis sueños... Ángel: Puedes entonces cumplir tus fantasías teniendo sexo grupal. Oriana: A lo mejor con usted, que ha ganado el premio, podría ser... Ramón: Eh, con el jefe solamente, no vale. Sixto: Ya lo verás, serás el blanco de todas las caricias. Oriana: Como sea que hagamos, cualquier curso de acción va a llevar su determinado tiempo. Pero de momento concidero como lo mas conveniente invertir el premio en comprar alguna mercadería. Gastón: No me puedo dar el lujo de regresar a Mar del Plata sin un centavo. Oscar: En este país, si hay algo que ha dejado de exitir, es la palabra centavo. Ángel: No le agreges mas caminos al laberinto. Sixto: Yo dejé señado algo que sale carísimo y no quiero pensar cuando lo vaya a retirar. Oriana: El Inspector tiene una casa que vende artículos de pesca, ¿verdad?; por qué entonces mejor se invierte el premio en artículos de ese rubro. Gastón: ¡¿Más artículos de pesca de los que tengo en mi vida?! Ramón: Aunque devaluado yo quisiera convertir mi sobre en caricias. Oscar: Siempre pensando en vos, pensá un poco en tus amigos... Edmundo: Sin embargo buena idea ésa, invertimos el premio en cañas, y después lo vamos gastando de a poco. Ramón: Y podríamos hacer la chanchada debajo el mostrador del negocio. Sixto: Siempre que veo un indijente pienso en el respeto de las libertades individuales, pero vos, querida, sos una cautiva y deberías obedecer las ordenes sin tanto pero. Ramón: Hagamos una ronda y empezemos ahora mismo. Oriana: Adrenalina en vez intentar corregirse para el buen camino. Ángel: No, pero en serio, démosle la guita a Oscar y hoy mismo la invertimos en mercadería... Oriana: Deberían estar contentos de que nadie se dió cuenta y conque yo no diré nada. Ángel: Entendé que no podemos quedar haciendo equilibrio sobre el filo de la navaja. Ramón: Entonces mejor abrir las piernas hacia quienes tienen la llave de tu libertad. Oriana: Pero primero empezemos por comprar la mercadería. Ángel: Muy bien, entonces hacemos así: Oscar se lleva el dinero y lo invertimos en artículos de pesca, ¿que te parece? ¿Estás de acuerdo? Oriana: Podría ser... Y aparte si me pudieran dar trabajo... Oscar: Quedás contratada desde ahora mismo. Oriana: Allí viene mi padre. Sixto: La que nos faltaba, cartón lleno: In De Babieca y Su Primo Tonto. Ángel: Es amarrete y por eso estás tan necesitada... Gastón: No es joda, se parece a Poseidón, dios de los mares... Sixto: Pedile prestado para una hebilla. Ángel: Va a tener que aceptar que has conseguido empleo; empleo de ramera.
Escena tres.
(Aldo llega caminando por la rambla)
Aldo: Hija mía, aquí vine; que por no usar el ciclomotor y ahorrar un poco de nafta me vengo caminando desde La Ciento doce. Decime, ¿vos agarraste la flautita de pan que había en una bolsa? Oriana: Como era pan duro pensé que no servía y la use para darle de comer a los gorriones. Aldo: Que me hace mija, la tenía reservada para hacer tostadas. Oriana: ¿Por qué estás tan arropado? Hay un sol que raja la tierra. Aldo: Para protegerme de los rayos ultra violeta; que también de mirar el sol y las luces artificiales se debe tener mucho cuidado. ¿Ocurre algo malo? ¿Trajiste la brótola para dejarla libre? Ángel: Malas noticias, van a tener que pagar una indemnización. Recién su hija intentó asesinar al inspector del concurso. Aldo: ¿Es verdad lo que dice el caballero? Oriana: Padre, tan solo lo escupí porque ellos me estaban acosando. Aldo: Ten siempre presente, los hombres somos piropeadores por naturaleza. Tu madre siempre decía: Mejor ahorrar saliva para decir cosas lindas. Ramón: El inspector le estaba queriendo dar trabajo como empleada de su comercio y ella usó este revolver como para pegarle un tiro en el pecho. Oriana: Solamente lo escupí para defenderme de las agresiones. Aldo: ¿Y ellos por qué te molestan? Oriana: Porque en el Concurso de la Brótola hicieron trampa y yo fuí testigo de la maniobra. Aldo: Bueno pues entonces mejor hacerse la tonta y mirar para otro lado. Oriana: ¡El premio lo debería haber ganado yo, y me tuve que conformar con solamente salir en las fotos! Te los presento, he aquí el capitan de La Princesita, hombre malo quien enganchara una brótola que tenía en el cargamento. Y yo les digo que inviertan el dinero en cañas y reeles y que lo repartan entre los participantes. Aldo: Si tienen el dinero, reflexionen lo siguiente: Es un delito excarcelable, y devolviendo la plata seguramente todo quede ahí, con solamente un tirón de orejas. Edmundo: Claro... Y nos hacemos mediáticos y participamos en "Aprender Googleando". Ángel: Y después nos arrepentimos allá en el convento. Oscar: Soy miembro activo del Cub de Pesca, que es mi lugar de pertenencia; para mí sería una terrible destrucción dejar que trascienda de boca en boca. Aldo: De mi parte ningún problema, pero Oriana es una chica con mucho sentido de la responsabilidad. Oriana: ¿Son estafadores y aparte después el pueblo les tiene que aguantar la hipocresía? Edmundo: Yo pertenezco al sector de la salud... Ángel: Ustedes pensarán que si dudamos tanto es porque no lo consultamos con la almohada, pero les informo que yo lo consulté pero me quedé dormido. Sixto: No soy un marginal como para andar huyendo de la justicia, ¿y ahora que hacemos? Ángel: Por mi parte veo bastante sensato lo que propone Oriana de invertir el dinero en mercadería. Aldo: ¡Ah, si, claro, con la inflación que tenemos! Ramón: ¿Y repartirla con éste también? A mi no me gusta la carne de chancho. Aldo: Quédese tranquilo, con lo que tengo me es suficiente. Sixto: Más que nada por diversión es que me metí en este asunto, aunque ahora no me gusta un comino. Ramón: (Amenazando con un revolver) Ya perdí la paciencia. Ésto se ha transformado en un vulgar asalto. Ángel: Pensalo bien..., antes de llegar a la rambla vas a estar arrepentido. Aldo: ¡Yo no tengo un mango! Ramón: Lo mejor será que pongan los sobres en esta mochila. Gastón: Recapacitá, sin el dinero va a ser dificil que nos perdonen. Edmundo: ¿A mi también me vas a poner de caño? Ángel: Dame el arma. Ramón: (Le dá el revolver) Okey. Les pido perdón; se me saltó la chabeta. Es que me estoy volviendo loco. Ángel: Yo por mi parte abro el juego y en este acto le entrego el dinero a Oscar; para qué, cuanto antes, lo invierta en mercadería. Oriana: (Tapa al padre para que no lo maten) ¿Que van hacer; están locos? Aldo: Hija, no te pongas adelante. Ángel: Muchachos, la única solución que veo es involucrando a Oriana en el crimen de su padre. Edmundo: (Sacando a Oriana del medio) Metele para adelante. Ángel: (Dispara el revolver) No queda más remedio. Ramón: (Cuando Oriana asiste al padre, sobre la arena, Ramón dispara el revolver cinco veces y después lo coloca en su mano) No está mal herido, ésta bien muerto. Oriana: ¿Éso quieren para mí, la prisión perpetua? Gastón: Lo que parecía tan sencillo ahora es un lío tremendo. Oriana: Primero el premio y después mi padre. Oscar: Vos lo mataste... Ángel: Oriana, únete a nosotros y serás una Cleopatra. Sixto: Descartemos el cuerpo y nunca lo encontrarán. Además, hay gente envenenando perros, y otros rompiendo los vidrios de los coches; y encima hace poco hubo dos desaparecidos que ni idea adonde están. Y lo del sexo lo dejamos para tiempos menos turbulentos. Ángel: Otra cosa no queda. Ramón: ¡Qué tiempos menos turbulentos ni que ocho cuartos! ¡Quiero sexo ahora mismo, si ella misma lo mató! Edmundo: Piénselo Oriana, podemos trasladar el cuerpo con el kayac y aquí no ha pasado nada... Oscar: Vos, Gastón, que estás canchero, llevalo mar adentro. Gastón: Y con la sangre hago un castillo. Ángel: Por mi parte me comprometo a levantar una estatua en su nombre. Oriana: Un monumento es lo mínimo que merece. Sixto: Vamos hacer como vos decis, de invertir, hoy mismo, el dinero en artículos de pesca. Oscar: Primera orden, señorita Oriana Palacios, quiero para mañana sin falta que todo el dinero quede invertido en cañas, medio mundos, plomadas, anzuelos, reeles, y etcétera, etcétera ¡Qué digo mañana, hoy mismo, si todavía hay tiempo! Ángel: ¡Empleada en blanco con todos los beneficios sociales! Oscar: Dalo por descontado, Oriana, desde este instante mi negocio será tu nueva morada; es un local con vivienda. Ven vayamos a dar los primeros pasos en invertir el dinero en mercadería. (Oriana y Oscar se van hacia el lado de la ciudad) Ramón: Chica rara, matamos al padre y se lo toma con soda. Edmundo: Che, pero que bueno, pudimos negociar su silencio. Sixto: Que venda la mercadería, se vaya quedando con el dinero, y mientras tanto la recojemos. Gastón: ¿Tánto lío para después quedar sin un mango y encima tener que descartar un muerto? Cojámosla ahora mismo, qué tanto postergar para mañana. Ramón: Si, éso. Sixto: Y entre todos los delitos de moda, me faltó mensionar a ese muchacho que a la salida de un boliche lo mataron a patadas en la cabeza. Ángel: Permanecerá en el negocio hasta que decidamos un nuevo rumbo. Sixto: Tiene talento y con el tiempo la nombraremos jefa de la banda, donde con ello tocará el cielo máximo; el cielo máximo de gozar todo el día. Gastón: A lo mejor como administradora logre no solo mantener el dinero vigente sino hasta duplicar el premio. Edmundo: No nos hagamos demasiadas ilusiones pues se trata de una mogólica que está refuerte. Ángel: Lo bueno es no tener que seguir sufriendo por el motivo de los aumentos de precio. ¡Paren de emitir dinero pues así la moneda no sirve para nada! (Regresa Oscar) Oscar: ¡Muchachos! En un descuido, la Oriana me sacó la mochila y escapó como una avetruz. Sixto: ¿Nos robó la plata? Oscar: Mas que seguro huyó hacia la terminal de micros. Ángel: A perseguirla entonces. Gastón: ¿Y, que hacemos con el muerto? Ramón: Cantale una canción de cuna. Gastón: Yo me rajo. Que se haga cargo la marejada. Sixto: Nadie nos ha visto y cuando nos pregunten diremos no tener idea. Ramón: Rápido, no debe andar muy lejos. (Cuando se van, Aldo se levanta) (Oriana regresa) Oriana: Gran alegría encontrarte. Escapé por el monte. Aldo: La bala hizo impacto en una medalla. Oriana: A meternos al mar cuanto antes. Aldo: Vacaciones por tiempo indeterminado. Oriana: Quiero compartir el premio contigo... Aldo: Serán mis gametos que iré a depositar donde tu desoves. Oriana: Eres macho de adorar. Aldo: Si el agua está tibia ahora, ¿que será para mediados de enero? Oscar: ¿Se viene el fin del mundo? Oriana: Con tanta peste y tanta guerra tal vez lo sea. (Ellos se menten al mar y los otros regresan corriendo) Gastón: ¿Se han metido al mar o he estoy viendo visiones? Ramón: No... paren, ¡se va a hechar a perder la plata! Edmundo: Mejor que se vayan; esta chica dá para cualquier cosa; y el otro no le va en saga. Sixto: Después de todo el premio le pertenecía. Ramón: Y no hemos matado a nadie. Ángel: Ser un repudiable criminal me estaba empezando hacer estrago en la conciencia. Sixto: A lo mejor, como antes, sea bueno divertirse con un balero. Ramón: Hasta un nuevo empezar seamos unas ovejas mas del rebaño. Ángel: Re baño es lo que se dieron estos dos en el océano.
Fin. |