Hoy lloré
desconsoladamente.
Para muchos sonará
una tontería.
Lloré porque todos
cuidan de sus propios
intereses,
renunciando
a la verdadera alegría.
Lloré porque todos
sacan cuentas alegres
de la frágil armonía.


Lloré entristecido
por ser humano.
Lloré porque nadie
te mira a la cara.
Lloré porque nadie
escucha a nadie.
Lloré porque no tenía
más que hacer.
Lloré porque nada
pude hacer.


No es la primera vez
que me pongo triste,
pero hoy, creo que
me ha durado
más de la cuenta.
No es la primera vez
que me pongo a llorar,
pero es la primera vez
que no estoy borracho.


Hoy lloré
en el momento
menos esperado.
Ni siquiera me sentía
angustiado.
Ni mucho menos
preparado.


Hoy puse una lluvia
en tus ojos.
Hoy puse una violenta
tempestad en tu techo.
Soplé un torbellino
de dolor intenso
que hizo arder
tu pecho.


Hoy lloré de manos
y de pies atados.
Hoy lloré parado
de lo alto.
Hoy lloré porque
se ha muerto
la bondad del hombre.


Lloré porque
ya no caerá
más la lluvia.
Lloré por la dorada semilla
sobre la tierra desperdiciada.
Lloré porque la fuente
se está cerrando.
Lloré por el rastrojo
que quedó en el campo.


No sé si mi corazón,
de torpe viejo,
se siente cansado,
o quizás algo perplejo.
No sé si es
la falta de amor
o el apremio de prisa
por cuidar el tiempo,
o esperar la brisa.


Pero hoy lloré
desconsolado.
Lloré solo, sin nadie
a mi lado.
Lloré porque a nadie
le interesa,
que el trigo muera
entre tanta maleza.


Lloré con la esperanza
de que todo pase luego.
Lloré porque
podría estar otra vez
aturdido y borracho.
Y eso me hizo sonreír
Sonreír de nuevo.
Sonreír porque sí.
Sonreír porque ya es tarde.


Sonreír a la espera
del amanecer.
Sonreír a la espera
de la mañana iluminada
donde podré crepitar
como murmullo
cristalino de agua.


Sonreír como agua
vertida con gracia,
sobre el cántaro
de barro reseco.
Cántaro reseco
vacío del mundo.
Cántaro repleto
del canto de siempre.
Cántaro del eco
de las eternas alegrías
que bajan a la tierra
montadas en una nube
surcando los cielos.