Quisiera sí aprender más de mi propio personaje,
de ese mi yo emancipado para todas las horas,
la celebrada performance que solemne me reifica
y me reinventa cada vez para beneplácito general
imagen que se difumina al gusto del consumidor.
Quisiera aprender la lección que nunca aprendí,
la que cambié por mí celebrada sobreactuación,
por esa máscara que como un mimo me apegue
y de la que ya no más me conseguí desprender;
la sonrisa, la mirada perdida o el gesto más triste.
Quisiera dejar de ser el reflejo de un deseo ajeno,
saber qué soy sin preguntar más a mi horóscopo,
en su improbable lista de pronósticos reservados,
la receta que cura las dudas con otras incertezas,
que me ilude para dejar atrás mi autoconocimiento.
Quisiera leer el destino en las horas invertidas,
en todas las nada casuales simetrías mensajeras,
las que me vaticinan mi mejor futuro prefabricado,
en la auto exégesis de mis más ocultos deseos
que tal vez me despabile del veraz sueño consentido.
Quisiera registrar mi silencio en una voz presente
una consentida sentencia que me dicte culpable
y que me afirme con la negación más acusadora,
que declare que nada hay a declarar y me excuse
que me coloque frente a frente a mi propio retrato
Quisiera sí aprender a estimar mi propio deseo,
dialogar con mi duda en un debate sin apariencias,
sincera diatriba que despierte mi sueño dormido,
esa necesaria taumaturgia para el procaz milagro
que me devuelva finalmente a mi perdida imagen.
JIJCL, 10 de septiembre de 2022 |