Guardaste mis huesos,
un mechón de mi cabello
la bala que me disparé
guardaste como amuleto
para atraer lluvia en la sequía.
Quemaste mi vestuario
para que nadie lo usara
después de muerto,
en mis camisas aún se sentía
las colonias que me regalaste,
guardaste mi pañuelo blanco
con él limpiabas cada fin de mes
ese fluído malsano
que te impedía tener sexo
con mi hermano.
De todos los versos que escribí
conservaste los siguientes:
"En el cementerio de San Petesburgo
después de un orgasmo espléndido
me enamoré de la muerte,
le cedí los pasos a mi fantasma
mis pies eran de plomo
mi espíritu me llevaba a todas partes.
En el espejo que te mirabas todos los días
pagaste mi fotografía,
cada noche me corregías un defecto
como si a mi me importara la belleza
estando ya muerto.
Tu anillo de compromiso dorado
introdujiste en un falo artificial
ahí lo dejaste hasta nueva orden.
Guardaste mis espermatozoides en la nevera
querías tener otro hijo
sin manchar las sábanas
me encantaba la idea
de volver a ser padre
con la boca llena de tierra
y un gladiolo en mi corazón.
Conservaste el reloj, a mi viejo jawaco
borraste todas las cifras,
aprendiste a calcular el tiempo
mirando el sol y el cielo,
en el afán de los transeúntes
en los bostezos de los mendigos
sentías hambre de alma
te cosias la boca y gritabas
Desde lo profundo de tu ser.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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Texto agregado el 08-09-2022, y leído por 102
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Lectores Opinan
09-09-2022
Con el final se pudo haber dado un remate menos cursi para el poema -según yo- que iba muy bien. Trilobite