Lo primero que observa después de las imágenes que lo llevaron a un casi estado de epilepsia son sus manos. Las mira detenidamente y entiende que el problema está dentro suyo y hay que sacarlo a toda costa. Junta el dedo índice con el anular de su mano derecha dejando levantado solamente el dedo del medio y con la velocidad de un pestañeo lo introduce en su boca buscando tocar lo más profundo de su garganta, generando una arcada que lo hace lagrimear instantáneamente pero no devuelve nada. De pronto, Civas recuerda el agua. Debe beber agua. Litros y litros de agua. Comienza a levantarse de a poco y cuando logra estar erguido y sin mareos, se impulsa de manera veloz hacia su objetivo con las ganas de un animal cazando a su presa. Paulatinamente acelerando, imaginando su cuerpo avalanzándose entre la hierba de alguna llanura africana. Ahora lo recuerda todo. A una velocidad que le parece estar viajando en el tiempo, mueve sus piernas a tal ritmo que lo que le rodea parece distorsionarse con el avanzar de su cuerpo. Los vellos de los brazos se le erizan y un golpe eléctrico sublime pero con la fuerza de una estampida recorre su espalda como si estuviese sintiendo todo por primera vez. Como si estuviera realmente vivo por primera vez. Una pequeña epifanía del sentir y con un solo propósito: Encontrar la forma de salir de ahí con vida a toda costa.
Sigue en movimiento, pero siente que el aire le comienza a hacer resistencia como si un extraño muro viscoso, denso e invisible lo estuviera deteniendo. Las pupilas de sus ojos comienzan a achicarse de pronto ya que todo se comienza a hacer más claro y brillante. Sus mejillas se mueven de un lado a otro con el vaivén de su cabeza cuando el primer pie inicia la carrera hacia la cocina. Los metros que necesita recorrer son pocos, pero la sensación de estarse moviendo en cámara lenta lo desespera y siente que el tiempo se retrasa con cada centímetro que su cuerpo recorre. Sus oídos logran escuchar un par de latidos antes de que todo quede detenido, absolutamente suspendido.
La puerta de salida se comienza a difuminar con la luz que invade nuevamente todo el lugar haciendo temblar lo que lo rodea y lo único que puede mover a un ritmo natural son sus ojos. Comienza a observar como todo desaparece delante de él, en sus propias narices. Las imágenes que recuerda de todos sus despertares ahí pasados nuevamente comienzan a alterarse y Civas hace todo el esfuerzo posible para mantener su memoria intacta e inviolable. Quiere gritar para aumentar sus fuerzas, pero el aire dentro de sus pulmones no reacciona. Quiere correr y su cuerpo, a pesar de sentir el movimiento que mantiene, avanza, pero a millonésimas de centímetros por hora. La electricidad que recorre su espalda parece elevar su potencia y al momento en que quiere respirar parece ser que algo más fuerte y desconocido lo tiene al borde de desvanecerse sin poder dar la bocanada. Nota que han pasado unos pocos segundos y que la cabeza aún no se repone del estallido de memoria que acaba de tener. Reconoce y procura no desconcentrarse de sus recuerdos, intentando cerrar los ojos con fuerza, pero ese algo lo está obligando a ver lo que está ocurriendo como parte de su pesadilla. Está a punto de darse por vencido otra vez. Las extremidades le arden como si hubiera corrido kilómetros, “pero es imposible”, piensa, ya que solamente ha movido su humanidad unos pocos centímetros desde que se lanzó con el afán de correr. Han pasado ya tres minutos y está luchando por no caer. Sus venas se hinchan en su cabeza y un hormigueo comienza a hacerse presente en su mentón y su cuello producto de la falta de oxígeno. Sus oídos reciben un sonido lejano y a volumen muy bajo, casi imperceptible, de un acople atravesando toda la habitación mientras que del blanco de la luz, frente a él, comienza ahora todo a convertirse en negro. Como un pequeño agujero negro iniciando su rotación gravitacional indescriptible, pero que se encuentra ahí, en esa oscuridad infinita que absorve todo a su paso y que enguye incluso la luz. Civas aún no tiene posibilidad alguna de moverse y la oscuridad avanza rodeando todo el campo visual que tiene. “Es imposible”, se repite una y otra vez.
- ¿Cómo es que aún sigues de pie?
La oscuridad rodea a Civas y él ya no sabe qué es arriba de lo que es abajo. Se siente prisionero y a la vez con una libertad gigantesca flotando en esa densa masa negra que le revuelve el estómago y a la vez le da una paz como la de un bebé durmiendo en el regazo materno. Una combinación de sensaciones contradiciéndose una a la otra cada segundo que pasa, sonando como el pulso que escuchaba un minuto atrás con el latir de sus venas inflándose en su cabeza. Pero el tiempo ya no existe en esta dimensión que fusiona los extremos de los sentidos y de las cosas en sus tinieblas. El tiempo solamente lo lleva su mente y cree que si deja de contarlo, todo se detendrá de forma abrupta y fugaz llevándolo a un vórtice dentro de esa nada, volviéndose completamente loco o parte de desconocido que se esconde ahí sin que nadie pueda ayudarlo a salir.
- ¿Cómo es que aún sigues con vida?
Civas ya no siente la resistencia de su cuerpo contra el aire. Ya no siente sus músculos cansados ni el ahogo, está respirando y a pesar de la infinita noche sin luna ni estrellas que lo acompañan, logra ver sus manos blancas, abriéndose y cerrándose, como si sus extremidades generaran luz propia a través de su cuerpo y al mismo tiempo como tratando de aferrarse a algo que no existe. Era una suerte de tic nervioso o un mecanismo de defensa, como la de un pez fuera del agua intentando respirar, mirando las cosas con más claridad, pero ajeno de su hábitat. Comienza a sentir el hormigueo en la cara subiendo su intensidad y sus ojos ya no se pueden mantener fijos en sus manos, ya que las tinieblas en las que se halla nuevamente empiezan a avanzar. Cree estar muriendo sin entender los últimos sucesos ocurridos, pero también cree estar dormido viviendo una fase onírica demasiado intensa y repetitiva que lo ha hecho vagar por diferentes niveles de su consciencia. Cerrando los ojos, se deja llevar por última vez, casi sonriendo.
- ¿Cómo es que llegaste hasta aquí?
Una voz retumba a través de todos sus sentidos de manera sinestésica. Hay escalofríos, colores, sabores y ecos que van llenando nuevamente los espacios negros a medida que se va haciendo más físico el espacio en el que se encuentra. Cada palabra es una punzada dolorosa que le recuerda el estar vivo y que jamás quiso estarlo. Pero está ahí. Presente en cada letra que compone las preguntas que desde hace un momento le acechan. La oscuridad va tomando forma y de pronto nuevamente ve una habitación que le rodea. Se está volviendo loco y al parecer no es su culpa. Algo o alguien lo está llevando al borde de lo que su mente puede entender y procesar. El concepto de la realidad ya no cabe en su joven cabeza. La desesperación le vuelve a acelerar el pulso y trata de no dejarse llevar. Tiene que limpiar su mente de lo que ve y siente. Tiene que escapar de ese cuerpo físico que no es el suyo. Cuestiona el entorno y la geografía que divisa ahora por las ventanas y lo comprende: Un nuevo atisbo de su memoria pasada aparece, se quiebra el espacio mental de lo que ve y logra verse afuera como un otro. La dimensión en la que se halla comienza a perder fuerza, se deshacen las murallas como si fuera pintura escurriendo, los árboles se hacen polvo y aserrín con el viento, el piso se astilla como un vidrio el cual es presionado contra un peso.
- ¿Cómo es que lograste salir de mi trampa?
Civas se encuentra parado ante la entidad que lo encierra. Entiende que se trata de una trampa dimensional y solamente hay una forma de salir y lo acaba de lograr. Mantiene silencio mientras vuelve en sí y sus ojos le molestan por estar encandilados después de las horas que sintió pasar en la absoluta oscuridad. Eleva la vista para reconocer el lugar. Era el templo de aquel planeta donde su instinto lo llamó a detenerse, pero ahora dudaba, quizás la entidad que presenciaba estaba hambrienta y en él encontró una mente de la cual consumir realidades eternas. Entendía que las dimensiones se habían solapado en varias circunstancias, a veces le parecía ver la Tierra, pero ahora sabía que no lo era, nunca lo había sido. Abrió la boca y respiró como si fuese la primera vez, una bocanada enorme que le agitó el corazón y encendió sinapsis en su cabeza que casi logran despertar recuerdos de su nacimiento. El suspiro le dio ganas de llorar, pero lo contuvo. Estaba agradecido de sí mismo.
- Logré verme en el espejo de mi soledad - dijo Civas mientras la realidad aún distorsionada se movía como si su voz ondulara sobre el agua.
- Entonces sabes que ya no estás solo - retumbó un eco en su cabeza tan poderoso como mil voces gritando auxilio - Eres libre, mente de Civas. El artefacto es todo tuyo.
Entonces volvió a iluminarse la sala y del centro más intenso, la trampa dimensional se cerraba y quedaba nuevamente preparada para el momento en que él decidiera usarla. La mente que ahora estaba encerrada en ella se había convertido en su mejor arma. Tomó el pequeño apeirógono, que parecía ser de cristal, y lo depositó en su bolso. Se sentó por un momento a meditar y durmió para recuperar las fuerzas. Esta solamente había sido una prueba inicial, lo sabía.
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