Somos una familia parte 19
Entró al recinto. Todo alfombrado en color vino. Nervioso se sentó junto a Alan atrás de él estaba Oscar y Francis estaba junto a las escaleras. El protocolo fue el mismo que de su padre. Los fueron nombrando uno por uno.
Israel subió las escaleras inflado de orgullo por lo que estaba logrando. Recordó esos días en penumbra y que ahora la cosa pintaba diferente. En las gradas estaba su familia e Isidora, la trabajadora social que hizo posible la adopción. Recibió el diploma de manos del secretario académico. Nuria lloraba de ver a su hijo mayor logrando sus sueños.
Al día siguiente, la graduación fue en un salón grande en el que asistieron veinticinco alumnos con sus respectivas familias. El que se la pasó de maravilla fue Oscar, Alejandro su padre no se presentó en la fiesta porque su hijo no lo tomó en cuenta.
Entrada la madrugada, Oscar estaba demasiado ebrio. Francis lo quería llevar a su casa, pero pensó que no sería lo correcto por respeto a su abuela. Así que Israel lo subió al automóvil de Emilio y se fue con la familia de Israel.
El joven durmió en el cuarto de su amigo. Israel durmió en el suelo, no quería dejarlo solo.
A la mañana siguiente, Oscar despertó con un terrible dolor de cabeza. Israel lo miraba desde la silla.
-Buenos días. Son pasadas las doce del día.
-Me siento de la chingada – respondió Oscar.
-Lo sé. Ahí tienes tu coctel.
Mucho más tarde y después de un baño, era la hora de hablar. Después de una sesión larga de besos y un increíble cachondeo, los dos jóvenes tenían que hablar.
-Para, para – le dijo Israel – debemos hablar.
- ¿De qué?
-De nosotros. Estás confundiendo las cosas. Eres uno de mis mejores amigos. Y te quiero, pero eres novio de una amiga mía.
-Pero tenemos una relación abierta.
-Lo sé. Me gusta estar contigo, pero somos amigos, y debemos dejar en afuera de la cama lo que sentimos.
- ¿Ya no me vas a besar? ¿no me amas?
-Sí, por supuesto que te amo – pensó Israel – es solo sexo.
-Trataré de entenderlo así.
Los dos jóvenes continuaron besándose. Lo disfrutaban mucho.
Tres semanas después, la asignación de residencias. Los tres amigos estarían en diferentes hospitales, Israel estaría en el Hospital Central del Sur. Mientras que Oscar estaría en el Hospital General de Oriente y Francis estaría en el Hospital General Norte con Medina.
Israel en el hospital central del sur tendría la peor experiencia de su vida.
Todos los días se levantaba lo más temprano que su cuerpo se lo permitía para llegar a buena hora a las residencias y no le llamaran la atención. Pero un día las cosas cambiaron.
-Es tardísimo – dijo Israel.
-Yo te llevo – le dijo su papá, pero el carro no funcionó en la mañana.
Desesperado, salió de la casa y se dirigió en transporte público al hospital. Llegó tarde. Ahí el jefe de residentes le asignó el club de la salud tres veces a la semana. Tendría que preparar temas para las personas que asistían ahí.
Ese mismo día entró al salón una persona bastante desagradable, el padre de su mamá. Roberto.
-Disculpe la tardanza, pero había tráfico – dijo el viejo.
-Adelante, tome asiento – le indicó Israel.
Israel dio su tema sin ningún problema excepto porque Roberto hizo muchas preguntas e interrumpía la clase.
Dos semanas después, Roberto haría comentarios bastantes desagradables.
-Este doctor debe de traer a las mujeres a sus pies ¿verdad?
-Si, claro – Israel sonrió discretamente.
-Ojalá y mi hijo fuera como tú, así de fuerte y machote. No que los inútiles de mis hijos fueron unos cabrones conmigo. Mi hijo es un cerdo, nada más piensa en tragar. Mi hija, una inútil, nunca ha podido hacer algo provechoso en su vida. Ellos me corrieron de la casa. Tuve que vender en la calle – mintió el desgraciado.
Continuará….
|