Hemos transitado el infinito en distintas formas. Distintos tiempos.
La mayoría de las veces como pareja amorosa, cambiando se sexos en algunas oportunidades. Alguna otra vez experimentamos el amor maternal, o paternal y nos celamos incomprensiblemente.
Nuestro aprendizaje nos ha ido modelando y nuestra comprensión sobre el amor nos ha elevado un poco cada vez, permitiéndonos comprendernos y amarnos mejor.
Con hijos, sin hijos. Encontrándonos fácilmente o difícilmente.
Luego de nuestro último período de descanso como solo bolas de luz, me dijiste que esta vez me encontrarías muy rápidamente. Que no pasaríamos más de media vida perdidos y separados.

Eso queda atrás. Ya no estamos juntos.
Mi conciencia me hace sentir la proximidad de mi nacimiento.

Me deslizo entre contracciones hasta abordar un mundo de luz y sonidos que ya no es acuoso.
Mi madre me toma en sus brazos prontamente. La recuerdo.
Hemos sido hermanos y otros parentescos en vidas anteriores.
Hay algarabía. Mi padre se acerca para verme. Fue mi hijo querido con quien he compartido tanto.

Con mis escasas tres horas de vida soy llevada a la Nursery.
Una incubadora me dará un poco de calor y el color apropiado según dicen aquí.
Hay como unos doce bebes en la misma situación.

Las cúpulas son transparentes pero me cuesta mucho abrir los ojos.
¿Cómo habré de encontrarte? MI búsqueda ha comenzado.

Las enfermeras se alejan. Y también los familiares que se encontraban detrás de la ventana de observación.

De pronto escucho algo así como un chistido en mi mente.
Miro hacia mi derecha y un bebé duerme plácidamente.

Volteo hacia el otro lado y te veo:

-¿Ya estabas aquí? – pregunto.

-Un caballero no hace esperar a una dama – contestas galante y telepático.

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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 19/8/2022.