Penélope.
Penélope era una niña de nueve años, muy inteligente, más que la mayoría de las niñas de su edad, pero estaba muy triste, no tenía amigos ni amigas, vivía en una hermosa casa rodeada de todos los lujos que el dinero podía brindarle, junto a su madre, una mujer frívola que sólo se ocupaba de ella misma, dejando a su hija en la más triste soledad.
Su padre se había divorciado de ella, su esposa, por el mismo motivo, sólo existía para ella sin ocuparse de un esposo que la quería a pesar de todo y aunque adoraba a su hija no pudo resistir vivir al lado de aquella mujer. Veía a su hija, pero el trabajo le llevaba de país en país y no le quedaba mucho tiempo para ella, Penélope, que también lo quería y lo entendía.
Tanta era la soledad de aquella niña que comenzó a imaginarse un amigo, cada noche al ir a acostarse, se sentaba en la cama e imaginaba cómo sería su único amigo.
Primero pensó que podría ser un niño o una niña igual que ella, pero luego se dijo que quizá sería mejor si fuera un animal, aunque no quería ni perro ni gato esos estaban en la casa, pero al ser de su madre, poco era lo que estaban con ella a la cuál parecían no tenerle afecto ninguno.
Y así fue que noche tras noche, imaginaba a su futuro amigo, que sería sólo de ella. Pensó en que no tendría que ser demasiado grande, uno pequeño ya que ella misma no era muy grande.
Tendría cola, aunque no muy grande, sus ojos serían grandes y redondos de un color grisáceo, boca pequeña y su color sería azul.
Cuatro patas como los animales, pero debería tener mucha agilidad para cuando ella jugara con él.
Así llegó el día en que en su imaginación había creado al amigo perfecto, sólo había algo que aún no se decidía, no sabía si darle el poder del razonamiento y al final se dijo que era preferible que lo tuviera de lo contrario de qué le serviría, un perro y un gato le hubieran servido igual de no tenerlo.
Esa noche se fue a dormir muy contenta, sólo tenía que ponerle nombre y después de pensarlo muy detenidamente se dijo que lo llamaría Titán, ese nombre le agradaba.
Al día siguiente, su padre pasaría a buscarla para llevarla al colegio ya que esa semana no viajaba y su madre estaba muy contenta así no tendría que molestarse en llevarla y le quedaba tiempo suficiente hasta la tarde para ir a la peluquería, algo muy importante para ella.
Penélope le contó a su padre que en la escuela no tenía amigos y que había imaginado uno para que lo fuera.
Javier, que así se llamaba el padre de la niña, quedó muy preocupado por lo que ella le contara respecto a su amigo imaginario, pero nada le dijo al respecto.
Por la tarde, su madre, Angelina, la fue a buscar al colegio y a pesar de que nunca se daba cuenta de nada respecto a su hija, ese día la notó diferente y le preguntó qué le pasaba a lo que Penélope le contestó que, en la mañana al ver a su padre, lo notó muy preocupado.
Angelina le dijo que quizá se debía a algún negocio que no hubiera salido bien, que no se preocupara.
Por la noche, al acostarse Penélope tuvo el susto de su vida, una criatura tal cuál ella la había imaginado se sentó a sus pies.
A pesar del miedo que sintió, se dijo a si misma que su imaginación era más potente de lo que había imaginado y si ella lo había creado, era de ella.
De pronto el dragoncito Titán, así llamaremos a la creación de Penélope, comenzó a hablar como si fuera un ser humano diciéndole que no se asustara, que de ahí en más él sería su amigo y nadie más lo vería ya que su imaginación era sólo de ella.
Penélope ya no tuvo miedo, sabía que era producto de su imaginación y que cuando ella lo quisiera, lo haría desaparecer y así comenzó la amistad entre Penélope y Titán quien le agradeció el nombre que le había dado, ya que le agradaba mucho, lo hacía sentirse invencible.
Todo era perfecto, Penélope no volvió a sentirse sola por mucho tiempo, aquél era un ser muy inteligente que hasta le ayudaba en la tarea escolar, pero el tiempo fue pasando y Penélope iba creciendo y sus anhelos ya no eran tener un amigo imaginario, ahora pensaba en enamorarse y se lo dijo a Titán.
Aquello no había salido como lo imaginara la muchacha, Titán no sentía ningún deseo de desaparecer, por el contrario, aquella era su amiga y no la perdería por nada del mundo.
Javier que estaba de vacaciones, la invitó a ir con él a su casa de campo, sabía que pasaba muy poco tiempo con su hija y quiso, por una vez hacer lo correcto y ocuparse un poco de ella.
Ese fin de semana partieron los dos al campo, Penélope estaba contenta de estar unos días con su padre y pensó que lejos de su casa sería más fácil deshacerse de Titán.
Lo que ella no sabía era que Titán era ella misma y que no sería posible hacerlo desaparecer sin que ella misma desapareciera.
De pronto se dio cuenta de lo terrible que pueden ser los pensamientos y al sentirse sola otra vez, decidió contárselo a su padre.
Javier le dijo que la primera vez que ella le había contado de ese amigo imaginario se sintió muy preocupado, pero no quiso sacarle la ilusión por eso no le había dicho nada.
Ahora Penélope estaba sola y no sabía que hacer, por un lado, ella había creado un monstruo que se negaba a abandonarla y por otro tampoco se animaba a dejarlo, la había acompañado durante gran parte de su vida, todo era tan confuso.
Esa noche, Javier entró al cuarto de su hija y lo que vio le hizo retroceder y casi salir corriendo de la habitación, pero sabía que aquello no ayudaría a su hija.
Penélope estaba sentada sobre su cama, pero no era ella, él sabía que aquello no era posible, que su hija era una hermosa muchacha y que aquellos ojos grises tan grandes no correspondían a los negros que siempre tuvo y que su piel, tan blanca no podía ser azul y el miedo se apoderó de él.
Penélope al verlo de pronto volvió a ser la de antes, una hermosa muchacha de ojos negros que miraba a su padre con amor sin entender lo que había ocurrido minutos antes.
El tiempo pasó, Javier no volvió a ser el mismo, un tiempo después lo internaban en un manicomio, su madre ya no era la misma tampoco, ahora tenía que trabajar para sobrevivir, los lujos desaparecieron y Penélope comenzaba a sentirse diferente, un año después a Javier le daban el alta, pero ya no tenía empleo y en común acuerdo con Angelina, volvió a vivir con ellas.
La vida parecía seguir su curso, ahora eran una familia normal y Penélope al fin se sentía querida y poco a poco Titán fue desapareciendo hasta que no volvió a verlo.
Una mañana, al despertar, Penélope ve que su madre aún dormía y la despertó para preguntarle por qué no iba a trabajar a lo que Angelina le dijo que, si estaba delirando, que mejor se vistiera para ir al campo con su padre que la vendría a buscar en una hora.
Penélope no entendía nada, pero al mirarse al espejo lo supo, había tenido la peor pesadilla de su vida, todo aquello no había pasado y decidió que sin que sus padres se dieran cuenta los reuniría con algún pretexto y los haría razonar sobre muchas cosas, se sentía con el poder de hacerlo, no volvería a querer tener un amigo imaginario y quizá la vida le brindara, eso sí, con un poco de imaginación, la familia que tanto deseaba y tendría en sus padres los amigos que tanto anhelaba.
Omenia
18/8/2022
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