Y la oscuridad es mi prometida, aquella figura fémina que con inquisitorios deseos recorre diariamente mi carne, lacerándola, mutilándola al compás que lleva la lluvia roja que nace de mi piel, de mis entrañas, de mis vísceras. El valor del mal hecho carne es aquel que nace en la piel errante y circundante sublevada ante los ojos pertinentes de aquellos inocentes muertos por placer. Y sea la sequía intrínseca la que nos lleve a perder la coherencia ante la violencia vil del instinto demoníaco.
El bosque susurra mi nombre, llamándome, encerrándome y envolviéndome en ese velo de oscuro adagio que se hace palabra sagrada de mi lenguaje, de mi boca y de aquellas maldiciones que he de dejar en libertad sobre aquellas miradas perdidas y atemorizadas, mi venganza se acerca. Mi anatema ha cumplido su objetivo, ha devastado y aniquilado aquellos cuerpos que se postraban de rodillas izando miradas elocuentes en busca de bondad y misericordia; jamás la encontraron, solo encontraron muerte, peste, ira y maldad.
La Diosa oscura se levanta con un vejo de belleza altanera que deslumbra mi mirada, me embriaga con su licor carmesí y súbitamente rompe lo que pareciera que se esclarece al contener el deseo erótico de la violencia subversiva. Por fin, después de ritos ancestrales que se esconden en mi piel, en mi carne; ella me besa en los labios siendo bestias al estar al pie de la tumba que se encuentra en la tierra sacra de mis ancestros perversos, de mi pasado macabro.
Un creciente deseo por la pasión que sangre surca mi fortaleza alterando mis sentidos, mi visión y mi percepción; volviéndome un loco, volviéndome un monstruo; arremetiendo a favor del valor del mal hecho carne que diariamente aprendo como pupilo detractor.
Y sea el amor secreto en donde me ahogo, sea ese amor secreto, violento y superfluo; sea verdadero e inmortal como las alas con las que he nacido y he de morir presenciando la última carcajada del destino que se ve enfrascado en un calabozo de húmedo sortilegio, sea la mágia y el deseo lo que limpie mi nebulosa mente y me permita ver y sentir su cálido acariciar.
Sueño con lobos en la nieve que corren libremente en busca de orgías de sangre para saciar su deseo animal de lapidar; ese mismo deseo me invade por las noches, esa hambre incontenible que me empuja a las sombras, que me empuja a la locura y a la conciencia de la misma, esa apetencia de sangre, de miedo y de debilidad que solo he de encontrar a través de mi venganza, de mi mismo porque me he convertido en el valor del mal, yo soy la carne, yo soy el mal.
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