La que se fue.
Dicen que los años no vienen solos pero se olvidan de decir que cuando se van, no se van solos, un trozo de alguien se llevan con ellos.
Eso le ocurrió a Magdalena, aquella muchachita de trenzas negras y ojos rasgados que era el amor de mi vida.
Éramos tan amigos que no podía imaginarme sin ella, vivía pegadito a mi casa, nos separaba o nos unía, el patio de la casa.
Más de una vez la amenacé con cortarle las trenzas para guardarlas para mí como un tesoro y ella se enojaba mucho diciéndome que no había nacido la persona que se las cortara pero los años fueron pasando y las trenzas desaparecieron sin que pudiera guardarlas para mí, aquella peluquera, la de la esquina de mi casa, había podido más que todos mis recuerdos y se las había cortado sin piedad para venderlas como hacían todas las chicas de su edad.
La transformación fue total, con el cabello corto, sus ojos grises resaltaban aún más y la belleza de su rostro había dejado de ser la belleza de la niña para convertirse en la hermosura de la mujer.
¡Cuántos recuerdos! ¡Cuánta melancolía encuentro hoy, en aquellos ojos!
Porque Magdalena aunque no esté conmigo, existe, seguía viviendo en aquella casa vieja junto a la mía, sólo que ya no estaba sola, dos hijos, un perro y un gato, la acompañaban, porque que el padre de los muchachos desapareció como desaparecen tantos para dejar su ausencia ocupando su lugar y la soledad en la vieja casa se convirtió en lo cotidiano.
Los niños crecieron y Magdalena volvió a estar sola, el gato y el perro ya no existen y en su lugar pollos y gallinas que alimenta para su sustento diario ya que el estudio nunca llegó y la vida exige saber, que aunque dicen que no ocupa lugar, para ella fue imposible, era demasiado grande para almacenarlo y tuvo que conformarse con el único saber que adquirió y fue el que la vida le brindó.
Magdalena! Sólo nombrarla mi cuerpo entero tiembla, ¡Cómo la quería! Aun no entiendo cómo no luché por ella, qué me impidió decirle que la amaba, que me hubiera casado con ella…pero, el padre de sus hijos, me había ganado de mano, él era el típico hombre que gusta a las mujeres, un físico elaborado a base de gimnasia mientras que yo, pasaba por ser el hombre bueno sin atractivo personal que atrajera a las mujeres, ahora sé que ellas se enamoran de los que no se las merecen pero eso parece ser la ley de la vida y contra ello no hay nada que podamos hacer.
Parece mentira que hayan pasado treinta años desde que éramos unos muchachos sin experiencia pero tan enamorados de la vida que nos parecía que ésta nunca iba a pasar para nosotros.
¡Qué equivocados estábamos! ¡Cuánta ironía!, la vida pasa y con ella nuestros sueños.
Pero la vida no pasa sólo para dos demás, el espejo, ese traidor que no queremos ver, se ríe de nosotros y nos muestra la realidad, entonces es en ese momento, cuando nos vemos a nosotros mismos queriendo retroceder en el tiempo, pero eso… eso es imposible.
Hoy, luego de pensarlo mucho tiempo, de haber desperdiciado la vida sin haber formado una familia, he decidido ir a ver a Magdalena, necesito saber…
Porque mi vida también se ha ido y sin que me diera cuenta.
Los años de juventud… esos ya no están, en su lugar, la vejez, esa palabra triste y que no queremos pronunciar se ha instalado en mi rostro.
Pero la esperanza aún existe, la vida puede más y el amor también.
Ya no vivo en la casa que fuera de mis padres, al lado de la casa de Magdalena, mi hogar, por así decirlo está muy lejos pero no por eso la he olvidado, llego con un ramo de flores, margaritas, las que ella siempre llevaba en sus trenzas y me abre la puerta una mujer, mi corazón late con más fuerza y mis ojos casi no lo pueden creer, Magdalena me ve y sonríe, ella también ve el paso del tiempo en mi cuerpo pero lo disimula y me invita a pasar.
___Mi querido Hugo, tantos años sin verte!
___Magdalena! No te imaginas las veces que quise hacerlo, venir a verte, pero…
___Qué te lo impedía?
___No lo sé, quizá el temor a que ni siquiera me reconocieras.
___Jamás te olvidé, fuiste mi mejor amigo y aunque la vida nos separó, siempre supe de ti, sé que no te casaste y que no tienes hijos, que eres un gran ingeniero…
___Pero cómo es que sabes tanto de mí?
___Te acuerdas de Lucía, nuestra amiga de la escuela?
___Por supuesto, siempre andaba alrededor nuestro…
___Esa misma, ella es menor que nosotros y tuvo la oportunidad que yo no tuve, estudió y se recibió, es una excelente maestra, está casada con el director de una escuela y tiene cuatro hijos, ella vive cerca de tu casa por eso sé tanto de ti.
___Las cosas de la vida, nunca más la vi pero dime, ¿Por qué nunca me dijo que era ella si es que me veía en la calle?
___Creo que temía que no la recordaras y por eso nunca dijo nada. Pero dime ¿A qué se debe que vinieras a verme?
Hugo sintió el rubor en sus mejillas y de momento balbuceó algo sin sentido y Magdalena lo supo, ella también estaba enamorada de él pero nunca se imaginó ni remotamente que él también lo estuviera de ella.
___Hugo, mi querido amigo! La vida nos jugó una mala pasada, nos separó sin remedio, ahora vienes a verme, vienes a ver a aquella muchachita de trenzas largas y piernas flacas que no se apartaba de ti… pero lo que tú no sabes es que esa muchacha se fue para no volver, que la que te recibe hoy no es ella, ésta es una mujer curtida por los años, las angustias y los sufrimientos de una vida que, aunque tuvo sus momentos de dicha, no es la que esperaba, siempre me había imaginado casada contigo pero… no supiste hacerme ver lo equivocada que estaba, que el hombre apuesto que mis ojos veían en el padre de mis hijos, no era más que una fachada, que pronto mostró el verdadero hombre que yo no pude ver, cruel y despiadado que me hizo pasar por momentos o mejor dicho por años de sufrimiento. Mis hijos están grandes y gracias a Dios, son hombres de bien, están casados y trabajando mucho, la vida me ha sabido recompensar por ese lado y aunque estoy sola, tengo el amor de ellos.
___Mi querida Magdalena, sé que todo lo que te diga ahora ya no tiene valor, pero sólo sé que te sigo queriendo y si me aceptas podemos ser felices, aún tenemos tiempo!
Pero el tiempo había pasado, la vida se había apoderado de nosotros de tal manera que hasta nuestros sueños desaparecieron y tuve que marcharme sabiendo que a pesar del amor nada quedaba, que los años pasan y que al igual que yo, ella… también se había ido.
Omenia 9/10/2015
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