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Sedujo a sus hombres con un perfume exquisito que ella misma preparaba con plantas aromaticas. Quienes tuvieron la suerte de conocerla no se resistieron a sus encantos y a ese aroma delicioso que los embriagaba y los convertía en seres sumisos. Obedecían sus órdenes como perritos amaestrados. Cuando necesitaba dinero les pedía y se lo daban sin ningún reparo. En asuntos de placer prefería entregarse a hombres musculosos; tenía la creencia que el placer entra por los ojos, pero se equivocó muchas veces pues los musculosos tienen mala fama en la cama y muchos terminan convirtiéndose en unas verdaderas nenas con el tercer trago que se toman. Sabía que la deseaban muchos hombres y eso la hacía sentirse única. Le gustaba poner las condiciones, si no era de esa manera los dejaba calientes y se iba como si nada. Un día le dijo a uno de sus admiradores que sería suya si le hacía un favor. A este tipo que se le hacía agua la boca de solo imaginarla desnuda, al escuchar la propuesta se excitó tanto que terminó viniéndose en los pantalones. No era un favor cualquiera, se necesitaba nervios de acero y mucha puntería. La chica le explicó a quién tenía que matar y le entregó una pistola con la cual podía cumplir su misión.
El tipo pensó que se trataba de un hombre, cualquiera hubiera pensado lo mismo. Tal vez alguien le faltó al respeto y, además, no cumplió con alguna promesa que le hizo a la bella dama. Sea como fuera estaba dispuesto a matar solo por complacerla y luego hacer el amor con ella que al ver cumplida la misión se desnudaría y le diría que la haga suya.
Esa noche estaría vigilante desde la terraza de la casa de la chica, pues desde ahí se visualizaba la terraza de la casa siguiente, de no ser por unos alambres de púas que habían puesto en el muro que dividía las dos terrazas, cualquiera podría saltar. El hombre agazapado esperaba el momento oportuno para abrir fuego. La noche era de luna lo cual ayudaba a visualizar al enemigo. De repente se escuchó el ladrido de un perro callejero; en la terraza algo se movió, sin pensarlo dos veces apuntó y abrió fuego.El silencio de la noche se rompió con el ruido del disparo. Tenía una puntería tan mala que la bala pasó muy lejos del objetivo y fue a darle a la pantalla que había en el poste del fluido eléctrico. Estaba sudando frío y más frío sudó cuando escuchó una voz que le dijo:
-No eres capaz de matar a una lora, menos de comerte a la bruja del 301. La chica detestaba a ese pajarraco porque le decía desde la terraza "nariz de lora".

Texto agregado el 03-08-2022, y leído por 128 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-08-2022 je, je. Ni modo, misión fallida. Y también lo de comerse a la bruja del 301. maparo55
 
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