Inquietante es el sentido figurado de la premonición que nos conlleva a la humanidad. Subversivo es el instinto que cual finiquito nos empalma a una realidad idealizada de la cual parece no podemos escapar. Exterioriza esa maloliente actitud que ha de espirar en el prefacio del lado oscuro de la sonrisa, deja que te penetre con mis colmillos de plata; estocadas que han de brindar muerte inmortal, que han de arrebatar vida pluvial.

Esta noche he visto llover; llovizna que se ha vuelto tormenta, tormenta que se ha vuelto calma, calma que se han vuelto disturbios errantes de la quimera odiada de la entelequia hecha realidad. La lluvia cae y moja la tierra surcando y tocando las puertas de mi tumba, de mi umbra, de mi penumbra; húmeda por las lagrimas de sangre derramadas por ángeles en pena que invocan al llanto como fuga de la cruda realidad.

Y si, sigo postrado en mi trono de huesos dilucidando la caída de él, de su risa, de su mano y de su débil régimen. Sigo aquí entre sombras y cenizas de lo que queda, de lo que permanece y se desvanece con afable pertinencia ante mi mirada juzgante, ante mis caricias vacilantes; ante mi presencia maligna que se hace presente al testificar con la mirada aquellos sondeos del episcopado protervo.

Que el cielo de media noche y lleno de neblina se plague de pasión sangrante que sea fiel representante del amor y la muerte que rodea a estas tierras desoladas; sean estas planicies de muerte, de constante y macabro porvenir aquellas en donde tu fantasma se presente y me agobie con cantos de hipnótico lamento. Peca profundamente mi querido y postrado ángel, toma al suicidio como una comodidad mas y llévame de la mano a presenciar las atrocidades efímeras que repercuten en el musito plagio de la belleza que duerme con la sodomía.

Perseverante es la raquítica ambición de él, de su sonrisa muerta, de su aroma olvidada. Sea la última tentación mi última salvación, y su muerte mi más cercana ambición.