Tantas veces le pidió que se acostara con él, que si aceptaba la llevaría a conocer el cielo y sabría lo que era un verdadero macho, que ella por fin accedió ir a un hotel. No te conviene hacerme el amor, te lo aseguro, insistía ella, pero él se creía un verdadero semental. Eran jóvenes y de cuerpos hermosos. Desnudos y entrelazados en el juego sexual, lograron ambos tres orgasmos. Él se encontraba ya muy cansado, pero ella quería más. No hubo más, los fuegos artificiales de él se habían agotado. La sonrisa decepcionada de la chica y sus palabras finales lo dijeron todo: ¿No que muy machito?