En el medio del dictado se me abrió la pluma cucharita, tal vez por los nervios había apretado mucho la mano contra el cuaderno. Sin saber qué hacer, escuché un susurro de mi compañera de banco que me alcanzaba una pluma nueva, y me dijo: “Usá esta, es una pluma lanza, es buena”. No tenía idea qué era, pero le hice caso y cambié mi pluma abierta por la de ella.
Nos habían dicho el año pasado que este año empezaríamos a escribir con tinta, y eso me gustó, porque sentía un poco de envidia de los otros niños más grandes, de otras clases, con sus túnicas manchadas de tinta y yo con la mía impecablemente blanca que me hacía sentir algo de vergüenza. Quería ser como ellos.
Por fortuna ese momento llegó. Pero ya instalado en mi nuevo grupo de segundo año, lejos estaba de suponer que esto traería algunas complicaciones. Acostumbrado a apretar el Faber No. 2 sin problemas contra la hoja, me costaba regular la presión de la mano con esta cosa rara de la pluma cucharita primero, y la lanza después.
Afortunadamente, tenía como compañera de banco una niña que al principio no le había prestado atención, pero a raíz del percance y la ayuda que ella me prestó, la miré, pero con un poco de vergüenza, porque me costaba admitir que necesitaba ayuda en algo que tendría que ser sencillo para mí. Fue así que descubrí que era muy bonita, y sus ojos celestes le daba a su mirada algo especial.
Con el paso de los días me fui aclimatando rápidamente, pero sucedió que a mi compañera de banco la cambiaron de clase, así que dejé de verla, salvo esporádicamente en algún recreo, a lo lejos, y muy de cuando en cuando la saludaba con la mano y ella siempre me respondía con una sonrisa.
Pasada las vacaciones de invierno, no la vi más, y al tiempo me enteré que sus padres se habían mudado y la habían mandado a otra escuela.
Supuse que estas cosas se olvidarían rápidamente… pero no. Y este es el punto.
Pero el destino teje extraños conjuros, y coincidimos en el secundario, en distintos grupos y horarios, y a pesar de que no la vi en todo el año, nos encontramos en el viaje de fin de año.
Estaba más linda que nunca, se había dejado el pelo largo, sobre los hombros, era un marco dorado hermoso a su piel muy blanca que resaltaba sus ojos celestes llenos de vida.
No pude definir lo que sentí por ella en ese momento, pero fue hermoso . |