La larga caminata.
La caminata se estaba prolongando más de la cuenta, pero el hombre no llegaba.
No tenía prisa, pero aquellas nubes que pendían sobre su cabeza lo estaban asustando, es cierto que era verano y que unas gotas de lluvia no le harían nada, pero de todas maneras se sentía amenazado por un cielo que parecía querer tragárselo en cualquier momento.
El camino estaba despejado, no veía a nadie conocido las pocas personas que pasaban parecían no verlo, cada cual estaba ensimismado en su propia caminata y aunque todos iban hacia el mismo lado, se extrañó al no ver a nadie en sentido contrario.
Pensó que a aquella hora de la noche la gente que caminaba desearía llegar a sus casas, él no tenía prisa y aunque había estado caminando por varias horas, ni siquiera estaba cansado, sentía más bien deseos de no llegar, sabía que nadie lo esperaba, desde hacía mucho tiempo su vida estaba vacía de compañía y aunque ya estaba acostumbrado, a veces los recuerdos de otra época anidaban su cabeza y lo entristecían.
Mientras caminaba despacito y sin apuro, comenzó a recordar aquella vida suya que, si bien no había sido de lo mejor, le gustaría que volviera, su juventud repleta de amigos, novias que sin querer iba recordando, un buen pasar sin ser rico y tantas otras cosas que de a poco se fueron marchando sin que se diera cuenta y que ahora en la vejez comenzaba a valorar.
De pronto se dio cuenta que estaba por llegar, aquella gente, la que había visto pasar a su lado, había llegado primero y parecían llamarlo, le decían que la carrera había finalizado, al fin habían llegado y que debía apurarse, el reparto de una nueva vida era por orden de llegada y cuánto más tardara peor sería la que le tocaría.
Se apuró aún sin saber aún, lo que ocurría cuando de pronto… en una sala de maternidad un niño acababa de nacer.
Omenia
24/7/2022
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