Aprendí la tarde que un amigo se atragantó con una galleta. Lo vi ponerse azul. Lo vi voltear sus ojos. Entre gritos y corridas alguien pudo aplicarle la maniobra de Heimlich. Recuperó el aliento de inmediato. Después de eso se animó a decirme que me quería, a mí y a otros. Está noche me pasó algo parecido pero esta vez no tuve miedo: Atorada con un «te amo» en la garganta tuve que escribir este poema para volver a respirar.
Texto agregado el 24-07-2022, y leído por 192 visitantes. (7 votos)