...Y caminarás descalza
sobre el viento,
quien te levantará raudamente
buscando la nubosa plata,
e inclinarás en ella tu cabeza.

Y te mezclarás en los espejos
de cristales de agua infinitos,
cada uno de ellos
devolverá tu imagen centelleante,
una y mil veces.

Serás la Diosa de los Mares
pero también la del íntimo dolor de un beso...
vivirás en el vientre que pulsa
un palpitar de arrullos y embeleso.

Mirarás a los gigantes,
los que te ignoran desde siempre,
desconocen las virtudes cautivantes
que posees,
Sacerdotisa del Templo Prohibido.

Sus ojos de piedra están ciegos,
secos, desde siglos antes
que aparecieras.
La tibieza de tu pecho de niña y mujer
no basta para darles vida.

Sus ojos te miran sin ver,
sus bocas exhalan sonidos
de viento y tormentas de arena.

La figura se deshace
en una llamarada incierta
de grises pátinas viejas,
que acarician con torpeza
contornos de tu silueta.

Suena la melodía que llega
con notas vagas, de lejanía
traspasando los muros espesos
de niebla impalpable, etérea.

Ya llegas finalmente
a aquello que todo lo abarca y contiene.
Extiendes tus brazos, dulce quimera
acariciando el sagrado resplandor que eres.
(Bendita seas).