Carteros negros, de mensajes negros, de una rabia negra.
Risas llenaban el aire y ahogaban.
Iracundo sentimiento de nobleza.
Sucedió esa tarde, te lo dije.
Todos vimos a la muerte, estaba asustada.
Ovación del mundo y a lo lejos.
Barcos azules con necios almirantes.
Así, ocurrió mi testimonio.
Lo que no dije se murió conmigo en los grilletes.

No moriré por amar ni por no hacerlo.
Íbamos directo a la locura.
Con las trampas de la muerte, encadenados.
Objeción al instante sucedido.
Leviatán mortífero, un testigo.
Ayer te ví caminando por las nubes.
Salían de tus ojos las palabras

Mares, océanos de envidia.
Amo el odio a los humanos, -merecido-
Rocas del cielo, rocosas rocas se depositaban.
Tornando el suelo de la sangre, de los muertos.
Ida, así la recuerdo, por la puerta ida.
Nonatos, eso eran cuando los hicieron dejar.
Es soñarlo, y los vimos, ¡y gritaron!
Zarpando del puerto de las luces.

Saliendo en este instante de lo cuerdo.
Arrancando ya de la razón.
Los tomaron presos en la mente.
Inocentes, creyeron que eran todos inocentes.
Nadie salvó su vida de esa muerte.
Atardeció el crepúsculo muriendo.
Sin un diagnóstico digno, sin despidos.


El Coronel.