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La tía Clotilde.

La tía Clotilde, era una anciana que, aunque no era mi tía, así la llamaba desde el día que mi madre la recogió, desnutrida y al borde de la muerte, en la puerta de una iglesia.
Esta dulce anciana se dejó conducir hasta mi casa, por mi madre, totalmente entregada a su destino, tenía alrededor de ochenta y cinco años, era una persona muy culta y amable.
Ya en ese entonces, mi padre se había retirado a su descanso eterno y nosotras éramos las únicas que quedábamos de una familia destrozada por una guerra que ni siquiera entendíamos, pero que debíamos sufrirla.
Mi madre era doctora y su deber era curar a los enfermos y ayudarlos, eso fue lo que me inculcó siempre.
La tía Clotilde, pues así se llamaba esta dulce ancianita, portaba a donde fuera una valija, en ella llevaba sus tesoros más preciados.
Nos contó que su casa había sido bombardeada y su hija y su nieta habían muerto y que ella ya no se sentía con fuerzas para nada.
Se sentó en la puerta de la iglesia a esperar que Dios se apiadara de ella y se la llevara, pero en cambio Dios le había mandado un ángel, mi madre.
Le tomamos mucho cariño, con el tiempo nos hicimos muy amigas, cuando mi madre trabajaba en el hospital, ella se sentaba cerca de mí y me contaba historias de su vida, siempre con aquella nostalgia en los ojos que muchas veces me hicieron llorar de tristeza.
Un día me dijo que me iba a mostrar sus tesoros. Pensé que quizá no estaba en sus cabales ya que lo único que tenía era una vieja valija rota que apenas cerraba y muy pequeña.
Pero, mi sorpresa fue al ver el contenido de aquella valija, además de unas pocas prendas de vestir muy antiguas, el fondo de la valija estaba lleno de muñecas, jamás lo hubiera imaginado, aquellas muñecas de trapo eran sus tesoros.
Me quedé boquiabierta y al darse cuenta me preguntó si me gustaban, por aquel entonces yo tendría unos catorce años y aunque ahora pueda parecer algo fuera pasado de moda, a mí me encantaban.
Me las fue mostrando una a una, todas tenían su historia, algunas habían pertenecido a su hija, otras a su nietita y una sola era de cuando ella era una niña.
A pesar de las circunstancias y de la triste vida que le tocó vivir, la tía Clotilde guardaba sus tesoros como si al perderlas se perdía un trozo de su vida.
La muñeca que más miedo me daba era una bastante pequeña que tenía unos ojos brillantes y cuerpo y cara de trapo, que parecía mirarme tan atenta a lo que yo hiciera que me estremecía sólo al verla.
Por primera vez, la tía Clotilde me la dio para que la sostuviera entre mis manos y allí, en ese momento el miedo que sentía por aquella muñeca desapareció por completo, era tan suave que parecía hecha de algodón y no sé, pero hasta me daba la impresión que me sonreía.
Aunque, en realidad la que sonreía era su dueña, la tía Clotilde diciéndome que estaba muy contenta de habérmela dado para que la sostuviera, al ver el rostro de su muñeca, me dijo que lo supo, que yo era la indicada para cuidarla cuando ella ya se hubiera ido.
No entendía mucho qué quería decirme con aquello y cuando vino mi madre se lo conté, ella me dijo que la tía Clotilde era una mujer muy sabia y que tenía mucha razón en pensar como lo hacía.
Durante unos tres años más vivió con nosotras hasta que un día, al levantarme para ir a estudiar encontré a mi madre junto a ella, me dijo que había muerto durante la noche, su cuerpo ya no resistió el peso de la vida y se marchó a convertirse en un ángel del Señor, pero que había una carta a mi nombre que esperaba que la leyera.
La carta decía que yo le recordaba mucho a su nieta y que a nadie más le confiaría sus muñecas, ellas eran parte de su vida y estaba segura de que solamente yo sabría cuidarlas, que lamentaba mucho irse, pero sentía el llamado de Dios y que contra ese llamado no se puede.
Además, me decía que mirara bien dentro de las muñecas, sin romperlas, que allí encontraría mi futuro, que supiera aprovecharlo, pero, solamente dentro de las muñecas más grandes, la de ella era intocable. Me bendecía y me decía que desde donde estuviera me iba a estar cuidando.
A pesar de la tristeza que me produjo la muerte de ese ser tan querido, seguí mi vida sin pensar en lo que me había dicho referente a las muñecas, es que guardé la carta sin siquiera mostrársela a mi madre.
Guardé las muñecas olvidándome por completo de ellas, salvo la de la tía Clotilde que tenía sobre mi cama y con la cual hasta hablaba al no tener más que a mi madre y no muchas amigas, en un país donde la guerra es el pan de cada día, no era conveniente cultivar amistades nuevas todo era muy difícil hasta que un día conocí a un muchacho y nos enamoramos, con el tiempo nos casamos y tuvimos una hermosa niña.
La llamamos Clotilde en común acuerdo luego de haberle contado sobre la anciana que me había regalado las muñecas sobre todo la que le pertenecía a ella que ahora adorna la cama de nuestra hija y con la cual juega hasta que un día recordé que tenía guardada las otras muñecas.
Las saqué y se las mostré a mi esposo, él al tomarlas entre sus manos me dijo que las encontraba muy pesadas, que deberíamos ver de qué estaban hechas y desde entonces nuestra vida cambió, piedras preciosas rellenaban cada una de las muñecas, una verdadera fortuna.
No podíamos creer lo que estábamos viendo y decidí mostrarle la carta a mi esposo y él mucho más inteligente que yo me hizo ver que la misma tía Clotilde me lo había dicho y yo torpe de mí no lo vi.
Hoy mi hija cumple quince años, ya no vivimos en aquél triste país, cruzamos varias fronteras y ahora somos una familia feliz, sin guerra, sin amenazas y con una nueva vida vamos a festejar el cumpleaños de nuestra hija y quiero regalarle todas las muñecas y principalmente la que en un principio me daba tanto miedo, pero que ahora no podría vivir sin su presencia en la casa, debo parecer un poco loca, pero siento que en ella aún está el espíritu de aquella bella anciana, la tía Clotilde.

Omenia
12/7/2022


Texto agregado el 12-07-2022, y leído por 132 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
13-07-2022 Una hermosa historia Ome. La tía Clotilde a pesar de su pasado sufrimiento, era un ser noble y cariñoso. Muy bien. maparo55
13-07-2022 Enternecedor relato que, a pesar de su sorpresivo final, bien pudo haber ocurrido en cualquier parte del mundo. Enhorabuena desde Valencia (España). Cedric
13-07-2022 Deja un perfume dulce tu relato, querida Ome. Me fascinó! MujerDiosa
13-07-2022 Una memorable historia de conflagraciones sangrientas que provocaron la disgregación de familias y entre ellas, la de la señora Clotilde que perdiéndolo todo, encuentra el amor en el seno de una familia generosa. Conmueve este relato por algunos elementos casi novelescos, como esas muñecas que guardaban en su vientre una fortuna. Un gran abrazo, amiga. Guidos
13-07-2022 Me gusta la historia. Marcelo_Arrizabalaga
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