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Por lo general, conservamos una noción bastante acotada y prejuiciosa de los profesores de las escuelas públicas. Los imaginamos plantados en su papel de severos personajes que son reiterativos en las enseñanzas que imparten y que ostentan su poder sobre una enorme masa de alumnos, el que se multiplica en el momento de evaluarlos porque pudiera pensarse que pondrán en uso sus mefistofélicos poderes. Imagen sesgada y casi siempre lejana a la realidad.
Gracia es una joven docente que imparte filosofía en una de esas escuelas siempre tan a la deriva en lo que se refiere a recursos de todo tipo. Ella impresiona por su menguada estatura y evidente juventud y si no fuese porque porta el libro de clases, podría fácilmente confundírsela con otra alumna más. Pero sus ojos irradian un brillo que la distingue, hay vocación en ellos, acaso los prístinos relumbres de una ilusión que quizás tarde o temprano comenzarán a extinguirse.
El alumnado se corresponde con todas las características de personalidades disponibles, tal si hubiese sido sembrado después un acucioso estudio de probabilidades. Allí se encuentra el memorión que todo lo recuerda y apunta para después volcarlo con precisión fotográfica en las pruebas de evaluación. Priman los que cumplen con las expectativas sin que jamás brillen en alguna materia, son los eternos alumnos mediocres que más tarde realizarán labores repetitivas y de poca trascendencia. O bien, contra todas las predicciones, serán lumbreras, ingresarán a la universidad y estudiarán una carrera prestigiosa. Nada está escrito y eso los profesores bien lo saben. Ese grupo es de los más confiables gracias a su autodisciplina. Adolecen del brío y la obsesión de los mateos mas, al trasluz de su personalidad estable se transforman en el andamiaje del curso. Por supuesto que también figura en este reparto el rebelde, el irreverente, el que con sus actos desordena lo establecido y pone a prueba el temple de Gracia. Se trata de Morte, un bravucón que poco o nada rinde en sus estudios y que sí persevera cada día en sus malas artes.
-La Filosofía es el conjunto de reflexiones sobre la esencia, las propiedades, las causas y los efectos de las cosas naturales, especialmente sobre el hombre y el universo – explicaba en su primera clase Gracia, estudiando el efecto de sus palabras en el alumnado. Algunos la contemplaban con evidente atención, otros tomaban apuntes y Morte, la seguía con estudiada ironía en sus ojos. Pocos años distaban entre él y la profesora y acaso ese simple detalle era el que pensaba que lo autorizaba a no tomarla en serio.
La clase se desarrolló sin mayores incidentes. Pero en las siguientes, Morte se complacía en interrumpirla con bromas estúpidas que eran coreadas por risillas sofocadas de sus cercanos. Gracia llamaba al orden y continuaba. Cierta vez fue una bola de papel que aterrizó en la espalda de la profesora.
-¿Quién fue?- preguntó la profesora con voz imperativa. El silencio fue más acusador que el acto mismo. Gracia dirigió sus ojos al fondo de la sala. Morte sonreía malicioso fingiendo tomar apuntes en su cuaderno.
-¿Quién fue?- repitió más alto, debatiéndose en su tono un germen de ira del que no tardó en arrepentirse.
Una voz atiplada, surgida desde las entrañas de la sala respondió: -¡Fue Platón!
Las risas estallaron, francas primero, para dar paso a rostros en que la culpa ajena se dibujaba nítida.
Gracia sospechó de inmediato que el autor de todo este asunto había sido Morte. Pero consideró que el tipo, cobarde en su accionar, no lo confesaría.
-No aceptaré de nuevo un hecho de este tipo. Para la próxima, si el autor no da la cara, será suspendido el curso completo.
Pero hubo nuevas situaciones que estuvieron a punto de doblegar la compostura de Gracia. A punto de realizar una prueba sobre el Existencialismo y todo el curso preparado para ello, una voz insurgente y estentórea deletreó su disconformidad.
-¡Usted no avisó que había prueba hoy, profesora!
Gracia giró su cabeza sorprendida. Era Morte el que reclamaba, de pie y con la furia deformándole el rostro.
-Todos sabían de este control. Si no te enteraste fue porque no viniste a clases, pero eso no es culpa de nadie más, sólo de ti.
El muchacho, lejos de aceptar su culpa, se alzó y poniendo en marcha los motores del desacato, avanzó veloz y arrojó la hoja en blanco en el escritorio de Gracia y abandonó la sala.
No paró allí su insurgencia. Como tampoco los respectivos castigos, que eran las precarias armas que disponía Gracia para tratar de apaciguar tanta rebeldía.
El alumnado conformaba un grupo del que la profesora se enorgullecía. Salvo el punto negro que significaba la presencia de Morte, el resto marchaba acorde con la planificación dispuesta.
Si bien, Morte se debatía como uno de los pocos que ponían en duda su promoción, no cejaba en sus actitudes matonescas. En una clase que a él se le hacía incomprensible, se levantó y le gritó en plena cara a Gracia que ella no sabía enseñar su disciplina. Ella se mantuvo firme y no se arredró. Pero en el fondo de su alma, una mujer indemne lloraba por esa injusta acusación.
El curso llegaba a su fin, con la mayoría aprobando el ramo. Salvo Morte, cada vez más insufrible y esquivo. La última prueba se rindió y entre los alumnos se visualizaban sonrisas de satisfacción e intercambio de opiniones respecto a las preguntas del cuestionario.
Lo que jamás esperó Gracia fue lo que ocurrió en la siguiente clase. Entregadas las calificaciones y el desbande de alumnos al final de la clase, sólo uno permaneció en su lugar. Cuando todos se retiraron, Morte, que era el rezagado, se aproximó con paso lento, pudiéndose cualquiera imaginar que cargaba con todas sus culpas sobre sí. Gracia realizaba ciertos apuntes y recién entonces reparó en el muchacho.
-¡Morte! ¿Qué sucede?
Las palabras se trababan en la garganta del muchacho. Cuando logró expresar lo que tenía que decir, el sonido de su voz distaba demasiado de la altanera que rebotaba en los muros de la sala.
-Profesora, sé que las excusas no borran todas las tropelías cometidas…
Morte hizo un silencio obligado. Su actuación, esta vez absolutamente fuera del ámbito en el que se sentía a sus anchas, lo tornaba confuso, vacilante, desarmado ante la situación que afrontaba.
Gracia lo contempló asombrada. Nada dijo, porque intuyó el infierno en que se debatía el muchacho.
-Le pido perdón desde el fondo de mi corazón, créame, soy sincero.
-Dejémoslo así. Lo importante es que en lo sucesivo cambies tu actitud. Sólo eso te pido y en realidad es lo que deseo.
-Profesora, usted sabe que por mi nota estoy reprobando el ramo, sólo son décimas que me separan del fracaso o de su absolución.
Gracia lo contempló y por primera vez estuvo a punto de quebrarse. El rostro del muchacho estaba desencajado y sus mandíbulas, ya autónomas a cualquier control, se entrechocaban ente sí de manera espasmódica. Era una emoción genuina, imposible de simular. De allí a las lágrimas distaba un paso y aquello provocaría una escena que ella quiso evitar. Colocó su mano en el hombro del muchacho y suspiró.
-Como profesora tengo muy claro cuáles son mis obligaciones. Entre ellas, que mis alumnos se enriquezcan con el conocimiento que les brindo. Pero también existen otras que no están escritas y de las cuales ejerzo según mi propio sentir. Valoro tu arrepentimiento. Y si es sincero, como estoy segura, eso también merece una calificación.
Gracia sonrió. Morte lo comprendió, visualizándose por primera vez en su rostro la sonrisa de un joven feliz. Un apretado abrazo rubricó este encuentro.
Al año siguiente, Morte no regresó a esa escuela.












Texto agregado el 05-07-2022, y leído por 184 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
11-07-2022 Todo un misterio este chico, su arrepentimiento abra tenido que ver con su ausencia? Abra Sido sincero? Jaeltete
07-07-2022 Dicen que hay de todo en la viña del Señor, y en el ámbito educativo también. Ojalá el arrepentimiento de Morte haya sido sincero, ojalá que el aprendizaje no haya quedado reducido a los meros conocimientos basicos de las materias escolares; es importante pasar de un grado al otro, es valioso cuando en la clase se trasmite y se enseña valores y mucho más valioso si el alumno logra internalizarlos. Muy buen texto querido amigo, un abrazo Shou
07-07-2022 Decían cuando fui maestro que la materia que impartía en medicina era de relleno(poco importante para su carrera de médicos) Han pasado muchos años, y por coincidencia me he encontrado con algunos que me reconocieron. Tuvo que llegar el covid para que se dieran cuenta de su importancia. Epidemiología se llama la disciplina. Coincido con la apreciación de Vicente. Aplaudo la claridad y la manera de contar de Guido. Abrazo. sendero
07-07-2022 Muy buen cuento, y el final me agradó mucho, quizá Morte no estaba hecho para el estudio y me gusta pensar que tal vez en algo sería bueno. A veces eso sucede, no todos son capaces de adaptarse a las disciplinas de las vida pero siempre puede haber algo bueno que hacer. Saludos. ome
07-07-2022 De los arrepentidos es el reino de los cielos reza el dicho y bien que lo saben los de espíritu rebelde, y acaso ¿No es para eso la juventud? Me gusto tu relato, me llevó - como a varios - a mis tiempos de escuela. Saludos Sheisan
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