Como moriré en seis meses y el tiempo vale, dejaría la Universidad sin titularme para nunca dejar de ser el eterno estudiante. Jugaría más futbol para hacer un gol de chilena. Pasaría tiempo con mi padre, madre y hermano. También haría un video de tips para la adolescencia y se lo dejaría a mi sobrino chico, será lo más cercano a ser padre. Luego compraría una bicicleta e iría a torres del Paine, la regalaría y regresaría a dedo hasta el volcán Villarrica, para esta vez, si llegar a la cima. Desde arriba llamaría por un rescate, diría que me quebré la columna para que me vengan a buscar en helicóptero. Ojala el piloto sea mujer y ex miss chile con vocación de justicia, confesaría que mi vida es injusta y le diría.

–¿Conoces esa fantasía que siempre cuentan, de tener sexo en el baño de un avión? La gente repite, pero no saben nada. Son más chicos que los baños de un bus y con una azafata que te jode golpeándote la puerta.

Entonces ambos desnudos, pero con los paracaídas puestos, haríamos el helicóptero dentro del helicóptero, y como nadie pilotea, el helicóptero daría vueltas y sin despegarnos nos cambiaría de posición; yo arriba, ella abajo, y viceversa, varias veces y sin perder la continuidad al ritmo de las aspas, porque estas ya empezarían a ir más lento y nosotros más rápido, y las aspa más lento, porque lógicamente nos acabamos los 5 galones de combustible. Y de estar hipermega acalorados y mojados, nos refrescaríamos al saltar desnudos en paracaídas. Ella caería en el mar y no tendría que ir al baño a limpiarse y sufrir con el confort; en cambio yo, caería de pie en una tabla de surf. Meses de intentarlo y por fin me correría una maldita ola. En la orilla de la playa los jueces de el campeonato nacional de surf me darían una moto como premio. Entonces para morir tranquilo, me creería el protagonista del cuento “la noche boca arriba” de Cortázar, y viajaría en moto escuchando el tema “what a wonderful worl” de Luis Amstrong en dirección a Tomé a cobrar una apuesta.

texto: 19 de octubre 2012.