Me encontraba yo en uno de mis habituales viajes por Europa. Unos días antes había estado en Berlín con el Quesón español Carlos Prieto Martos, que me contó alguno de los asesinatos que están relatados en el blog https://cuentossangrientos.blogspot.com/, unos días después estaría en Lisboa, con Carlos Machado, el Quesón paraguayo radicado en Europa y que triunfa como modelo. Justo en el medio ocurrió lo que voy a relataros a continuación.
Estaba en uno de mis lugares preferidos de Europa, la famosa Feria de Quesos de Alkmaar, en los Países Bajos, a unos 43 km de Amsterdam. Imaginense el deleite para un Carlos y un Quesón como c’est moi, ver una feria con más de 2.200 Quesos en una plaza, que pesan más de 30.000 kilos, imposible de no tentarse con comprar cientos de esos Quesos, por razones de peso, apenas compre seis Quesos, lo suficiente para regresar contento a casa.
De regreso al hotel, en Amsterdam, no pude resistir la tentación de empezar a comer alguno de esos deliciosos Quesos, y así comprobé que cuando un Carlos come mucho Queso, y sobre todo cuando es un Queso como esos que se hacen y venden en los Países Bajos, se le despierta el instinto asesino, el instinto Quesón que llevamos adentro, y aumenta el siempre alto nivel oloroso de nuestros pies sudados, pies que además, parecen crecer cada vez más, cuando era jovencito calzaba 45, ahora, que sigo siendo joven, pero ya no jovencito, calzo 47, y a veces debo comprar calzados talle 48, mis pies siempre crecen…
Mi instinto asesino me llevó a ponerme los guantes negros y tomar un cuchillo, un gran cuchillo, siempre llevó un gran cuchillo en mis viajes, bien escondido en el equipaje de cabina, dado que un Carlos siempre debe estar dispuesto a actuar en cualquier momento y en cualquier lugar, y mucho más si ese Carlos, es un Carlos Quesón, como yo, no podía ser de otra manera.
Me enteré que la modelo polaca Anja Rubik, famosa por su trabajo en Victoria’s Secret, se encontraba en aquel hotel de Amsterdam, me lo había advertido mi amigo, ya mencionado en el relato, Carlos Machado, que me en el mensaje que me mandó decía “Es tuya, Carlos, tírale un Queso, no te arrepientas, no solo debes escribir nuestros asesinatos y nuestros Quesos, también debes tener los tuyos”.
Y cuchillo y Queso en mano, fui a la habitación de la polaca, que en su idioma me preguntó quien carajos era yo, a lo que respondí “Carlos Quesón”, no tuve problemas en hacerle un streap tease y mientras lo hacía sonaba un rock en polaco, el tema “Biala flaga”, que escuche en mi paso por Varsovia, ese mismo año, me fui desnudando de a poco, y la polaca estaba tan entregada, que dejó que le arrancará la ropa, una por una, ya desnudos, nos metimos en la ducha y jugamos bajo el agua, sin entendernos lo que decía uno ni otro, hablando el lenguaje mundial de las señas y términos muy elementales en inglés, como hace todo el mundo, fue muy divertido aquel juego bajo la ducha, ella me chupó la pija, yo las tetas, nos hicimos cosquillas, nos dimos palmadas en el culo, y por supuesto, como no podía ser de otra manera, me chupó, lamió, besó y olió los pies, pies más grandes y olorosos que nunca.
Salimos de la ducha, y ahora nos sumergimos en la cama, donde creo haberla cogido de manera espectacular, a juzgar por los gritos de placer que lanzaba la polaca, me daba la sensación que quería más y le dí más, no se cansaba nunca, son fuertes las europeas en general, y las polacas tienen esa resistencia y templanza que heredaron de los díficiles días que vivieron en la Segunda Guerra Mundial, por eso aguantan más, finalmente el gozo y el placer fueron más que suficientes.
Si bien siempre estuve desnudo mientras ocurría todo esto, nunca me saqué los guantes negros, considero (y sé que todos los Quesones pensamos igual) que coger con los guantes le da un toque erótico muy grande, con los guantes agarré el cuchillo y me tiré sobre la polaca, le aseste una brutal puñalada sobre el hombro derecho, luego otra brutal herida en el cuello, una tercera, ahora sobre el hombreo izquierdo, una cuarta en el pecho, una quinta en el abdomen, una sexta, otra vez en el cuello, y así la fue apuñalando con arte hasta completar una buena decena de cuchillazos, cuando sentí que ya era suficiente.
Traté de dejar la escena del crimen lo más ordenada posible, cuando agarré el Queso y lo tiré sobre el cadáver de mi víctima, tiré el Queso, y lo dije en tres idiomas, español, polaco y nederlandés.
- Queso, Ser, Kaas.
Me fui con total impunidad, total en pocas horas iría a Lisboa, para despues, ir a Madrid, y regresar a Buenos Aires, sabía que la división europea de las Santillanas se encargarían del cadáver, y Amsterdam, por sus canales, es una ciudad donde hacerlos desaparecer es más fácil que en otros lugares, cuando ya volvía a mi Buenos Aires Querido, el gallego que me miró el pasaporte, miró el nombre, me observó de arriba abajo, y me dijo:
- ¿Quesón, Carlos Charles? Debeis tener los Quesos bien grandes.
- Bien grandes, gallego, bien grandes – le conteste – Me llamó Carlos Quesón, no podía ser de otra manera. |