Sin ningún temor Juan le dijo a Josefina:
-Si ya me poseíste en sueños, poseeme en la realidad.
Josefina lo miró con deseo. No era para menos, Juan estaba desnudo, no era un adonis, pero tenía buena musculatura y una dentadura perfecta. Hubo silencio por unos segundos, silencio que rompió Josefina con las palabras siguientes:
-Estás seguro de aquello que me estás pidiendo.
Juan respondió de inmediato:
-Muy seguro, así que ándale.
Josefina no se hizo rogar más. Lo besó muchas veces; recorrió el cuerpo con sus manos; deslizo su lengua muchas veces por el miembro de Juan y finalmente introdujo el pene en su vagina y cabalgó como si fuera una yegua desbocada. Después del orgasmo se fue sin decir una sola palabra. Los habitantes de San Bernardo todos los días ven deambular a un loco poseído por una diabla.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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