Hace unos días visité un nevado, en ese desierto de rocas lunares la brisa era gélida. Cuando su viento golpeaba mi cara sentía que se me congelaban hasta los huesos. Muy poco era lo que germinaba en estas tierras inhóspitas. Sin embargo, su belleza era sobrecogedora, su silencio callaba cualquier palabra que pudiera surgir. Muy irónico estar parado sobre la bóveda de ese volcán, justo bajo mis pies la lava hirviente estaba en plena actividad, contenida por una misteriosa fuerza que algún día no podrá retenerla más.
Cuentan las historias viejas que cuando ese león dormido rugió, el desgarrador grito que brotó del fondo del abismo se escuchó a kilómetros, el crepitar de la tierra rompiéndose levantó de su cama a los moradores de sus faldas, a los de más abajo y hasta a los más lejanos. Aquellos que dormitaban a cientos de kilómetros también quedaron despiertos al instante esa noche. No se sabe si por el rugido que viajó en el viento o por el presentimiento colectivo de que la muerte asolaría ese pedazo insignificante de humanidad. Una vez que la montaña vomitó su furia, todo fue desastre, todo fue muerte y destrucción.
Mi vanidad no me permite sustraerme de comparar esa montaña con mi alma. También soy un desierto helado, también mi corazón es gélido y nada parece germinar en él. Mi capacidad de sentir alguna emoción se ha mermado tanto como el oxígeno a la altura de ese glaciar. Pareciera que estoy muerto, quieto e impávido; soy como ese volcán, callado y bello, pero amenazando erupción dentro. No quiero ni pensar en que pudiera explotar como el volcán en esa noche trágica, no quisiera ser un arroyo de destrucción incontenible a mi paso; aniquilador de sueños, esperanzas y buenas intenciones de cuantos se crucen por mi cause desbocado.
Pero como la montaña no pudo contener más la pirotecnia que se acumuló en su corazón hirviente, así a veces se agota mi fuerza para retener tanta ira que se contiene en mi pequeño ser. Si ese gigante tuvo que estallar para respirar de nuevo, qué se puede esperar de una bóveda insignificante, fracturada y debilitada como es mi alma. |