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El vibrato del tenor erguido en la tarima percute las fibras de mi corazón y como trampa bien preparada por la mente delirante viene la añoranza de ti. Mis sentidos son embaucados por los destellos efímeros de tus recuerdos; hipérboles, tal vez, de hechos pasados. Mi piel se eriza como si tus dedos la tocaran, percibo el aroma de tu perfume fresco y hasta el sabor de tus labios en mi boca, escucho tu dulce voz susurrando en mi oído, que se esfuerza por atrapar alguna frase de amor cierto.

No eres tú, es el fantasma, no de ti, sino de la vida que recuerdo juntos. No es a ti a quien la obstinada mente de este hombre de hierro engullido de hojas otoñales espera. A decir verdad, a nadie espera este desesperado, atolondrado veo pasar la vida, llena de más éxitos que fracasos. Cada nuevo triunfo se me hace más fútil que el anterior, estoy imposibilitado para ver el brillante horizonte que tengo en frente, solo veo la mancha oscura en el panorama.

Volviendo a las tablas, no de la vida sino del teatro, Carmen defiende con poderío su libertad; bien más precioso que el amor mismo. “Carmen jamás cederá; libre nació y libre morirá”. No hay prisión más segura que la que nuestra mente erige, ninguna reja nos contiene con mayor ahínco que la que nosotros mismos forjamos. Mi mazmorra es la nostalgia, mi carcelera es la memoria. Mi condena dura la eternidad, porque la libertad no quiero.

Desde tu palco, lector, juzgas con dureza y arrogancia mi desdicha. Cuestionas que el oro, los amores peregrinos y las glorias mundanas no sean suficientes para esta alma atribulada. Como al tenor lo vigilan los oídos entrenados para acribillarlo ante el más mínimo desentone, tú lees mis pesares y no perdonas mis notas disonantes.

Reprochas mi desdén por la existencia, por esa vida “afortunada” que tantos otros solo aspiran. Si eres capaz de devolverme la paz que me fue robada por los avatares del destino, yo sin pensarlo te regalo mi “fortuna”. No puedes, lo sé, solo es un delirio más, otra triquiñuela de la mente para darle a mi espíritu esperanza falsa. De esa que tantas veces he tenido y que se evapora tan veloz como el hálito en una mañana helada.

Texto agregado el 11-06-2022, y leído por 59 visitantes. (0 votos)


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